domingo, 30 de junio de 2013

La fábrica de los recuerdos


I
Papá, ¿sabes que ayer estuvo la madre de Goli en clase? Sí,  Don Calixto le había pedido que viniera a darnos una charla sobre la cocina y los alimentos. Yo pensaba que iba a ser un poco rollo, y que nos íbamos a portar todos mal, pero no. Fue una clase magistral. Encima trajo cosas de comer y nos enseñó a preparar unas galletas de chocolate que luego nos merendamos. Me comí la mía y me comí la de Gustavo. Estaban de lujo. Y qué morro tiene el profe: se llevó en una caja las galletas que sobraron a su casa para él solo, en vez de repartirlas entre todos. Le hemos pedido a don Calixto que le pregunte a la madre de Goli si puede volver otro día. Él ha dicho que ya veremos. Pero ojalá venga. Goli no sabe la suerte morrocotuda que tiene… ¿Hacia dónde llevo el carro de la compra ahora, papá? ¿hacia los congelados? ¡Espera!, ¿podemos coger antes por favor, por favor, por favor un paquete de esas magdalenas, aunque no estén en la lista?

II
 Buenas noches, papá. Me voy ya a la cama. ¿Que qué tal hoy? Mmm... ¿Te acuerdas que te conté que también vendría el padre de Luismi a darnos una charla en clase? Pues le ha tocado esta tarde. Ha estado super-bien. Lo único un poco rollo es que ahora tenemos que escribir una redacción sobre lo que nos ha ido explicando. Ha venido con un lápiz de memoria y nos ha puesto en el ordenador de Don Calixto fotografías de su pueblo. Gorroperdido. ¿Tú sabes dónde está? Pequeñín, pequeñín, entre montañas. Verde, verde. Luismi me ha dicho que me invita cuando yo quiera. Los niños juegan en la calle, créetelo. Y van en bici sin peligro porque no circulan casi coches. En casi todas las casas, por la parte de detrás tienen animalitos vivos. Gallinas. Patos. Conejos…. Bueno, papá, ahora cuando tú puedas, ven y me cierras la ventana del cuarto. Se ve que ha cambiado el aire y está entrando otra vez ese olor a “puag” de la incineradora.

III
Ya se lo he dicho, papá. Que tú quieres venir también a hablarnos sobre tu trabajo un Viernes por la tarde. Don Calixto ha puesto cara de extrañado. Yo tampoco he sabido explicarle lo que nos quieres contar. Pero bueno, ha mirado y requetemirado el calendario. Dentro de dos semanas. Ha puesto un circulito en la fecha. Luego ha dado dos palmadas para que toda la clase lo escuchara. “Atendedme un segundo por favor…, el padre de Cayetano vendrá a darnos una charla”. Todos me han mirado. Y yo, no he podido evitarlo, me he puesto un poquito rojo.

IV
Don Calixto ha dicho que no me preocupe, que otra vez será. Que lo primero es lo primero y que lo entiende perfectamente. Algunos niños tont…, capullos,  han venido a mí burlándose: “ehhh… Cayetano cara de nano ¿no iba a venir tu padre hoy?”.  Les he dicho lo que les tenía que decir. Que no has podido. Que ya vendrás. Y que se fueran a la mierda.

V
Porque he insistido, papá, porque le  he asegurado que tú tienes mucho interés y que sí que vendrás. Don Calixto dice que nos ponemos casi en fechas de exámenes y que necesita todas las horas de clase que quedan para terminar el temario. Al final, ha marcado tu visita para este Viernes. Cuando me volvía hacia mi sitio, me ha dicho que si no puedes venir esta vez, tampoco pasa nada.

VI

¡¡Uaaaauuuuhhh, papá! Los dulces de la madre de Goli, el pueblo del padre de Luismi… una caca de vaca al lado de tu charla de hoy. Han venido a mí todos mis compañeros, uno detrás de otro, “jo macho, qué suerte tienes, Cayetano, con un padre así, tan guay”. Immmmmpresionante, papá. Qué envidia me tenían. Hasta Don Calixto me mira de otra manera. La verdad es que yo tampoco sabía que tú eres el Director Adjunto de la Fábrica de Recuerdos. Y que estás a cargo de la Sección de Recuerdos Positivos. No veas la cara que poníamos cuando nos explicabas que el ser humano es el único animal conocido que tiene memoria. Y que los recuerdos van unidos a nuestra existencia. No veas cuando ha sonado la sirena. Se nos han pasado las dos horas volando y allí, en la clase no se movía nadie. Al terminar, nos has asegurado que, de esta tarde, todos nosotros conservaríamos durante años y años un grato recuerdo. Yo, segurísimo que sí. Mientras miraba cómo te despedías de don Calixto, me ha entrado un sentimiento, un no sé qué. Y es que, cuando lleguemos a casa, te tengo que pedir perdón, papá. Por haber dudado. Por haber llegado a pensar que la dirección adjunta no cuadra con lo tarde que llegas todos los días, reventado, con tus manos deshechas y con una ropa de trabajo que por mucho que se lave, nunca nunca vuelve a ser blanca. 

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