I
Papá, ¿sabes que ayer estuvo la madre de Goli en
clase? Sí, Don Calixto le había pedido que
viniera a darnos una charla sobre la cocina y los alimentos. Yo pensaba que iba
a ser un poco rollo, y que nos íbamos a portar todos mal, pero no. Fue una
clase magistral. Encima trajo cosas de comer y nos enseñó a preparar unas
galletas de chocolate que luego nos merendamos. Me comí la mía y me comí la de
Gustavo. Estaban de lujo. Y qué morro tiene el profe: se llevó en una caja las
galletas que sobraron a su casa para él solo, en vez de repartirlas entre todos. Le hemos pedido a don Calixto que le pregunte a la madre de Goli si puede
volver otro día. Él ha dicho que ya veremos. Pero ojalá venga. Goli no sabe la
suerte morrocotuda que tiene… ¿Hacia dónde llevo el carro de la compra ahora,
papá? ¿hacia los congelados? ¡Espera!, ¿podemos coger antes por favor, por
favor, por favor un paquete de esas magdalenas, aunque no estén en la lista?
II
Buenas noches,
papá. Me voy ya a la cama. ¿Que qué tal hoy? Mmm... ¿Te acuerdas que te conté que también
vendría el padre de Luismi a darnos una charla en clase? Pues le ha tocado esta
tarde. Ha estado super-bien. Lo único un poco rollo es que ahora tenemos que
escribir una redacción sobre lo que nos ha ido explicando. Ha venido con un
lápiz de memoria y nos ha puesto en el ordenador de Don Calixto fotografías de
su pueblo. Gorroperdido. ¿Tú sabes dónde está? Pequeñín, pequeñín, entre
montañas. Verde, verde. Luismi me ha dicho que me invita cuando yo quiera. Los
niños juegan en la calle, créetelo. Y van en bici sin peligro porque no
circulan casi coches. En casi todas las casas, por la parte de detrás tienen
animalitos vivos. Gallinas. Patos. Conejos…. Bueno, papá, ahora cuando tú puedas, ven
y me cierras la ventana del cuarto. Se ve que ha cambiado el aire y está entrando
otra vez ese olor a “puag” de la incineradora.
III
Ya se lo he dicho, papá. Que tú quieres venir también
a hablarnos sobre tu trabajo un Viernes por la tarde. Don Calixto ha puesto
cara de extrañado. Yo tampoco he sabido explicarle lo que nos quieres contar.
Pero bueno, ha mirado y requetemirado el calendario. Dentro de dos semanas. Ha
puesto un circulito en la fecha. Luego ha dado dos palmadas para que toda la
clase lo escuchara. “Atendedme un segundo por favor…, el padre de Cayetano
vendrá a darnos una charla”. Todos me han mirado. Y yo, no he podido evitarlo,
me he puesto un poquito rojo.
IV
Don Calixto ha dicho que no me preocupe, que otra
vez será. Que lo primero es lo primero y que lo entiende perfectamente. Algunos
niños tont…, capullos, han venido a mí burlándose:
“ehhh… Cayetano cara de nano ¿no iba a venir tu padre hoy?”. Les he dicho lo que les tenía que decir. Que
no has podido. Que ya vendrás. Y que se fueran a la mierda.
V
Porque he insistido, papá, porque le he asegurado que tú tienes mucho interés y
que sí que vendrás. Don Calixto dice que nos ponemos casi en fechas de exámenes
y que necesita todas las horas de clase que quedan para terminar el temario. Al
final, ha marcado tu visita para este Viernes. Cuando me volvía hacia mi sitio,
me ha dicho que si no puedes venir esta vez, tampoco pasa nada.
VI
¡¡Uaaaauuuuhhh, papá! Los dulces de la madre de
Goli, el pueblo del padre de Luismi… una caca de vaca al lado de tu charla de
hoy. Han venido a mí todos mis compañeros, uno detrás de otro, “jo macho, qué suerte
tienes, Cayetano, con un padre así, tan guay”. Immmmmpresionante, papá. Qué envidia
me tenían. Hasta Don Calixto me mira de otra manera. La verdad es que yo
tampoco sabía que tú eres el Director Adjunto de la Fábrica de Recuerdos. Y que
estás a cargo de la Sección de Recuerdos Positivos. No veas la cara que
poníamos cuando nos explicabas que el ser humano es el único animal conocido
que tiene memoria. Y que los recuerdos van unidos a nuestra existencia. No veas
cuando ha sonado la sirena. Se nos han pasado las dos horas volando y allí, en
la clase no se movía nadie. Al terminar, nos has asegurado que, de esta tarde,
todos nosotros conservaríamos durante años y años un grato recuerdo. Yo,
segurísimo que sí. Mientras miraba cómo te despedías de don Calixto, me ha
entrado un sentimiento, un no sé qué. Y es que, cuando lleguemos a casa, te
tengo que pedir perdón, papá. Por haber dudado. Por haber llegado a pensar que
la dirección adjunta no cuadra con lo tarde que llegas todos los días, reventado,
con tus manos deshechas y con una ropa de trabajo que por mucho que se lave,
nunca nunca vuelve a ser blanca.
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