Nadie cuestionaba los métodos poco académicos de la empresa Xenak. Lógicamente, por encima de todo primaban los resultados y éstos eran dignos de elogio: más ventas, mejores márgenes y menores gastos. Atrás quedaban ya las maratonianas y costosas reuniones en una sala en algún lujoso hotel reservada con antelación. Mesa alargada dispuesta con tapete rojo, sillas alineadas, folios y bolígrafo de propaganda, bandejas con galletitas compulsivas surtidas de chocolate, jarras de café templado, leche e infusiones, botellitas de agua mineral, caramelitos envueltos en papel de celofán y en medio de todo, un proyector encañonando imágenes del portátil hacia una pantalla desplegada. Todo eso quedaba definitivamente atrás, y ahora, en su lugar, se celebraban unos encuentros "exprés": las llamadas "Reuniones del Agua".
Así, antes de las ocho aparecían todos por el pasillo de los vestuarios. Con un gorrito de color chillón en la cabeza y dejando tras de sí un reguero de agua con las chancletas de goma. Resoplando y con la mejilla colorada. Con la voz todavía un poco tomada por lo temprano de la hora. El estrés se había quedado en la piscina, mezclado con el cloro. Después, dos minutos para una ducha rápida, e inmediatamente se iniciaba la reunión.
El cambiador tenía dos sencillos bancos de mármol blanco enfrentados. Sobrios azulejos grises con franjas azules. Y nada más. Allí iban llegando los convocados en cuestión de segundos. Desprovistos de su armadura, ya fuera traje de Tucci o del Hierro con corbata de seda a juego. Sin tapujos. Desarmados, con las brillantes "blackberry" fuera de su alcance para que nada ni nadie los pudiera interrumpir. Para que no tuvieran dónde ni en qué refugiarse. Eran ellos mismos, tal cual. Todos, desde el primero hasta el último en igualdad de condiciones. Iguales. Bueno..., "iguales-iguales", no exactamente. A saber: El "picha-metro", que tenía que entrar de frente, porque si pasaba de lado se enganchaba con el marco de la puerta. El "embarazado", cuyo estado era consecuencia y fruto de sacrificadas y continuas comidas de trabajo. El "leche burra", con una piel que no conocía la melanina. El "satélites", porque tenía la espalda sembrada de lunares. El "oso": peludo, peludo hasta en los rincones más escondidos de la anatomía. Los "descapotados" y sus frentes despejadas. Y, por último, el "canicas", porque... porque qué buen día hará hoy para dar un paseo por el parque.
Y de esta guisa, secándose bien la piel con el albornoz de rizo, daban paso al orden del día. Cómo estaba el tema del Frugal. "Ahí me tenéis que echar una mano", decía uno. Y ya para entonces, cada uno estaba enfundado en sus calvinklein, en sus dolcegabbana, o más de ir por casa, los cómo2: con o sin pernera, con o sin bolsillo. Para todos los gustos y colores. "La próxima semana tendría que ser". Psssss, psssss (sonido onomatopéyico que recrea el spray del desodorante). "Vale, la próxima semana". El perfumado se daba dos flashes y los vecinos quedaban también automáticamente gaseados. Las palabras iban y venían de uno a otro lado del banco. Mientras, algunos hacían el equilibrio del calcetín "ejecutivo", acertaban con un pie, y se sostenían con el otro sin irse de morros. Los más, sentados y doblados por el espinazo hacían la maniobra. "Respecto de la auditoría, faltan tres puntos por cerrar, que son tal, tal y tal". Camisas impolutas. "¿Pero eso no estaba hecho ya?", bramaba alguien desde la esquina. Pantalones a medida. Y ya, casi por último, a dominar las greñas y los pelos, con secador incluido si hacía falta. A recomponerse la cara con crema facial, quien la usara. A verlo todo nítido con las gafas puestas. A repasar los puntos tratados y los deberes a realizar. Zapatos castellanos y a andar.
Una vez el equipo a punto, se levantaba la sesión. Y los responsables de Xenak salían bien limpitos y peripuestos con las consignas claras y las estrategias definidas, para enfrentarse con energía renovada a los retos del día. Quedaba sin embargo siempre pendiente un problema que, por irresoluble, se posponía irremediablemente de una reunión para la siguiente. Y es que ninguno sabía cómo abordar con naturalidad y sin causar un conflicto de conducta el asunto de la paridad de género en las "Reuniones del agua".
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