sábado, 6 de febrero de 2010

CONTINUARÉ DONDE LO DEJASTE

La multitud se agolpaba en torno a la puerta de salida de vestuarios, aplastándose contra las vallas de protección y contra los guardias de seguridad que a duras penas podían contener la embestida. Todos querían ver a sus ídolos de cerca. Una tormenta de flashes y manos extendidas. Gritos histéricos en cuanto asomó la cara del primer relevista, con una media sonrisa y apabullado por tanta expectación. Los periodistas le enchufaban el micrófono, como si se lo fuera a comer y lanzaban a bocajarro preguntas atropelladamente. ¿Cómo te sientes?, ¿Ha sido una irresponsabilidad por tu parte? ¿Qué papel le dejas a tu sucesor?


Stop, stop. Foto fija. En la imagen, el relevista Jon, acababa de pasar un mes en la piel de Juan Manzanas. Durante su estancia, la vida de Manzanas había dado un vuelco espectacular. Trabajo a la mierda. Ahorros por los aires. Y lo último, accidente de automóvil, con resultado de traumatismo torácico y rotura de fémur. Un panorama, con la intervención de este relevista de renombre.


"...Bueno,", balbuceó Jon, "... la verdad es que no hemos tenido suerte. Yo lo he dado todo por Juan Manzanas, quería que todos sus disgustos anteriores quedaran compensados, no todo ha de ser sufrir y padecer en esta vida, teníamos un poco de prisa, ha venido una mala curva, ese coche que se ha cruzado y no ha podido ser...". Jon miraba a la cámara con magnetismo "...lo importante ahora es que se recupere bien y pronto, y pueda mirar hacia el futuro con optimismo y confianza. Juan Manzanas sabe que tiene detrás una familia magnífica que está con él y le quiere, y yo le deseo toda la suerte del mundo al compañero relevista que me sigue..."


Ovación, chillidos, ¡Jon, te queremos!, mientras dos gorilas condujeron al relevista Jon hacia la limusina que aguardaba al final del cordón de seguridad. Todo muy medido, porque sin tiempo para relajar la garganta, apareció con el semblante cansado el relevista Fran. Y los incondicionales se rompieron las manos a aplaudir y silbar. Fran, Fran, Fran.


Stop de nuevo. Otra foto fija. Voz en off, para explicar que el relevista Fran venía de pasar un mes dentro de Julia Perera. Y casi todo el tiempo lo había pasado sentado en una mesa atestada de apuntes, libros abiertos, un flexo y vasos de plástico con café frío. Un tostón para un público exigente, incluso para Pedro, su novio de entonces, que le había amenazado con cortar la relación.


"...hola, hola, buenas noches...", saludó Fran, "Atendiendo al tiempo y a las circunstancias, comprendí que lo mejor para Julia era estudiar sin descanso con el fin de llegar preparada al día del examen en las oposiciones... Entonces ésta ha sido mi prioridad absoluta... porque se trata de sembrar hoy para recoger mañana...". De, entre el público, al fondo a la izquierda surgieron recriminaciones, ¿y Pedro?, ¿qué pasa con Pedro?... Entonces, el relevista Fran tomó aire y replicó: "...bueno, esto es muy duro ahora, pero mirándolo con perspectiva...no lo dudéis, cuando Julia apruebe sus oposiciones y dependa sólo de ella misma, aparecerán decenas de Pedros...". División de opiniones. El respetable siempre había sido muy suyo a la hora de tomar partido y daba a entender que se había aburrido con Julia Perera.


Fran agachó la cabeza y siguió a los escoltas hacia la segunda limusina que había ocupado el lugar de la primera. Entonces un periodista le espetó, "qué, no luce lo mismo vestir la piel de un presidente que la piel de una pobre matada, ¿eh?", y Fran se detuvo en seco. Esto lo decían a cuenta de que Fran estuvo en una etapa anterior dentro del presidente Holm, cuya exitosa gestión había sido muy reconocida. Gritó, fuera de micrófono: "¡Siempre me he esforzado al máximo, lo mismo con un presidente que con una opositora!. ¡Quede claro: Siempre!".


Ya para entonces, entró en el pasillo el delirio de la plebe. Quim. El mejor crack para el final. Saludó a dos manos con su sonrisa Colgatim. ¡Quiiiiim, Quiiiiiim!¡Quiiiimm!


Otro stop. Y otra foto, esta vez de Quim, reflejando el flash con el blanco de sus incisivos. El relevista Quim había vivido en José Prim, aún concejal de urbanismo de Mardebé. Y le había dado tiempo a autorizar (y ejecutar) el derribo del coqueto teatro del siglo XIX, para poder ampliar las abigarradas oficinas del ayuntamiento. Por ahí le llovieron las preguntas. ¿Por qué has permitido que destruyan un monumento histórico? ¡Tu anterior relevista era partidario de la restauración...!


"...seamos prácticos: los técnicos declararon al teatro en estado de ruina, se caía a trozos literalmente y no tenía ningún valor artístico... " Y Quim enfatizaba: "Además, miremos al futuro: ya tenemos el nuevo auditorio".


A Quim se lo llevaron literalmente en volandas hacia la tercera limusina. El espectáculo debía continuar y les esperaban ya en un estudio de televisión, con máxima audiencia garantizada, para iniciar el debate en caliente del "Gran Relevo".


Pasado el numerito, poco a poco la gente se fue dispersando, diluyéndose en las calles, guardando las cámaras digitales en los bolsillos con el momentazo inmortalizado. Se iban preparando para conocer el devenir en las vidas de los multipolares Juan Manzanas, Julia Perera y José Prim de la mano de sus nuevos relevistas, que continuarían donde los otros lo dejaron.


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