domingo, 30 de enero de 2011

El Banco del Tiempo



I

Lo último que me podía imaginar es que a estas alturas de mi vida iba a pasarme esto. Yo estaba acostumbrada a vivir sola. A mis horarios. A mis viajes por el mundo. A hacer lo que me diera la santa gana en todo momento. A guardar cada cosa en su sitio y a mi manera. A mis rarezas y manías. A no tener que dar explicaciones. A no soportar a nadie innecesariamente. No notaba a faltar nada en mi previsible devenir, cuando de repente apareció en escena Diego, un yogurín, y me rompió todos los esquemas.

II

No puede ser que yo esté contándole al barbilampiño éste lo que nunca le habría dicho a nadie. No puede ser que le esté escuchando y me caiga la baba. O sí. Porque es lo que me está pasando. Si el mundo entero desapareciera a nuestro alrededor no nos daríamos ni cuenta. Será cuestión de química. Lo cierto es que Diego ha irrumpido en mi vida de una forma tal, que aún no he dado diez pasos desde que me he despedido de él y ya lo estoy echando de menos. Aunque le lleve veinticinco años de ventaja.

III

A mí siempre me ha dado igual lo que digan los demás. Y ahora todavía más. Si tuviera que hacer caso de los cuchicheos estaría muerta. Vivo cada momento, apurando el presente. A tope. Sin remordimientos. Sin sentimiento de culpa. No he matado a nadie. Sólo convivo desde hace poco con una persona magnífica que, casualmente, es mucho más joven.

IV

Pero sorda no estoy. No puedo dejar de oír aquí, allá, “mírala, parece su madre”, “qué va: parece su abuela”. Y yo intento pasar. Pero noto cómo Diego se tensa. Y algún día se rebotará y la liará buena. Y entonces saldremos en los periódicos.

V

Y tampoco estoy ciega. Nuestros ritmos vitales no viajan a la misma velocidad. El Viernes pasado yo estaba reventada y no tenía ninguna gana de salir fuera. Vi perfectamente su disimulada contrariedad y acabé diciéndole: “…pero tranquilamente puedes irte tú…”. Esto no le gustó y aquello nos costó un buen enfado.

VI

Para ir de compras al centro siempre atravieso el Estetic Bulevar. Y el Parque Botox. No miento si digo que nunca me había entretenido por allí. Pero esta vez sí. Me he mareado con las sucesivas e inmaculadas clínicas que hay a ambos lados de la avenida. Con las fachadas cristalinas y de espejo que me reflejan tal cual me ven los demás. Me he fijado en los que entraban y salían. Retocados en alguna parte. Pieles recién estiradas. Narices simétricas aún amoratadas. Silicona, mucha silicona. Pelambreras injertadas. No me lo había planteado hasta ahora. ¿Qué pensaría Diego si yo…? He acelerado el paso para salir de aquel barrio temático. Y ni el avance de nueva temporada ha conseguido quitarme el desasosiego. Me he repetido mil veces que la verdadera edad se lleva dentro.

VII

El primer paso para abordar un problema es reconocerlo. Inés, tienes un problema serio. Pero yo ya no puedo volver a lo de antes. Yo no quiero renunciar a mi vida con Diego. Tampoco quiero hacerle sufrir innecesariamente. Puesta en este dilema, elijo seguir entonces adelante, y que pase lo que tenga que pasar.

VIII

Yo creía que era una leyenda urbana lo del Banco del Tiempo. Pero resulta que han puesto una oficina en Mardebé. Total, por informarme no perdía nada. Allá que me he ido. Amabilísimos. Qué trato. Qué corrección. Qué seriedad. Son de fiar. No me imaginaba la cantidad de gente conocidísima que ya son clientes de este Banco. Ahora me explico por qué están siempre igual. El proyecto vale una pasta. Mucho, mucho dinero. Pero es flexible. Puedo adaptarlo a mis necesidades. Me he traído un borrador del contrato y las condiciones legales. Sé qué cara va a poner Diego, pero creo que la decisión ya la tengo tomada.

IX

Ha intentado hacerme cambiar de opinión. Estaba fuera de sí, completamente ido. Le he dicho con firmeza: “Esto no es negociable, cariño. Ya que yo no puedo rejuvenecer ni ir hacia atrás, he decidido esperarte”. Él gestionará mis bienes, se quedará con mi casa. Yo me iré a pasar unas temporadas al Banco del Tiempo, donde me hibernarán. Para no hacerlo más traumático, ni perder el hilo de la realidad, despertaré un par de mesecitos cada año en Verano… y durante esos días podremos confirmar nuestros sentimientos o replantearnos la relación… Así hasta que él me alcance, y corrijamos ese tremendo desajuste de la naturaleza que me hizo nacer a mí mucho antes que a él.

X

Ahora estoy a punto de entrar en el sueño inducido. Y mis dudas no se disipan. No, no parece probable que, de aquí a allá, el Banco del Tiempo entre en quiebra. Sería una faena. Pero… ¿y si Diego se cansa y se va? Fin del tratamiento entonces. ¿Y si él encuentra a alguien mucho más joven que él mismo y se mete en hibernación también aquí, al lado mío? ¿Y si el mundo empeora aún más? Muchas preguntas abiertas. Prometo, me comprometo a seguir contando esta historia mía a la vuelta de este largo paréntesis.

2 comentarios:

  1. Me gusta tu manera de contarlo, me parece original!
    Me he quedado prendada, ahora quiero saber más!! A ver que pasa cuando vuelva a despertar en verano. ¿ La estará esperando Diego?... Cuántas incognitas sin resolver!!

    Me ha gustado mucho!!

    Un saludo.
    Iria L.

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  2. Todos esos pensamientos y decisiones
    provinen de la falta de seguridad
    en el amor de ese hombre más joven.
    Damos demasiada importancia al aspecto,
    claro que eso lo sabes cuando te haces mayor,
    es lo que pasa

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