lunes, 8 de septiembre de 2014

Cinema Ocurrencias



I
A las siete y media he vuelto a abrir la persiana del Cinema Ocurrencias. Chirria. Le tengo que dar un buen engrase y una mano de pintura. Ya he pegado con chinchetas los fotogramas de la película de esta semana en el tablón. Se titula “Doscientos Cincuenta”. En la entrada no hay nadie esperando. No tengo prisa entonces por ponerme en la taquilla. La película empieza a las ocho. Levanto el cartel de, “OFERTA: Hoy Jueves, 2 Euros”. Tengo un letrero así para cada día de la semana. Luego me asomo a la calle, donde las nubes y el viento construyen una tarde desapacible. Sí que transita gente por la calle. Muchos. Pero pasan todos de largo. De todos ésos, los que quieren ver cine-cine van a los Multicines de la Avenida. Son más nuevos. Más cómodos. Y tienen títulos para marear y decir basta. Miro un par de veces el reloj. Bostezo. Cuando me canso de estar de plantón, me meto para dentro, a preparar la barra del bar, por si a quien viniera le apeteciera también unas papas o unas palomitas. 

II
A esta pareja la he visto pasar hace diez minutos. Ahora vienen de vuelta. Ella le está recriminando. “Ya te vale, Wenceslao… teníamos que haber sacado las entradas anticipadas. Ahora qué…. ¿a casita otra vez? Para una vez que salimos…”. Él se defiende: “Quién iba a pensar que un Jueves iba a estar petado, Palmira… “.  Se detienen junto a la entrada. Ven los fotogramas. Doscientos cincuenta. “Oye, ¿y no te apetece entrar aquí?”, le pregunta de repente. Me pongo firmes. ¡Dos espectadores! Ella reacciona con apatía: “¿Aquíiiii? ¿Al Cinema Ocurrencias? ¿De qué va? Yo, para eso, me hubiera quedado en casa”. Ponen caras. Se lo piensan. Deshojan la margarita. Un trueno viene en mi ayuda. Y después los goterones del principio de la tormenta. Él decide por los dos y se acerca: “Deme dos entradas por favor, centraditas”. Todo lo centraditas que quiera. Luego se dirige a ella y le indica: “…por lo menos, por lo menos, ahí dentro no nos mojaremos”. No estoy yo muy seguro de eso. La sala tiene alguna gotera y por mucho que he intentado taparla con masilla, el agua, que es muy puñetera, acaba colándose. 

III
Hablan en voz baja. Pero se les entiende perfectamente. “Qué yu-yu da esto: ¡No hay nadie más, Wenceslao: todas las butacas vacías!”. Me acerco para hacerles los cumplimientos. El saludo es un poco forzado. “¿Conocían ustedes ya el Cinema Ocurrencias?”, les pregunto. Ella no. Él dice que sí, que ha venido varias veces, pero la última hace ya tiempo. Estruja su memoria: “¿Cómo se llamaba? Mmmm”. No consigue acordarse. “No se preocupe… aquí hemos estrenado ya doscientas cincuenta películas… Están archivadas… Si prefiere ver alguna otra, hoy que están ustedes solos, no tengo ningún inconveniente en proyectarla, incluso comentarla, si les apetece, en cuanto acabe”. Eso es todo un ofrecimiento. No todos los días estoy con alguien que conoce la singularidad de este Cinema. Declinan mi ofrecimiento. Ésta ya les va bien. “… ¿sabe qué me llamaba la atención en todas las películas que he visto aquí…”. Me intriga. Por supuesto, quiero saberlo. Serán los argumentos que no dejan indiferentes, serán los actores, serán los efectos especiales… “… lo que más, lo que más: la gran variedad de nombres que tiene: No se repite ninguno en las ocurrencias”. Mmm. Vaya. Oculto mi decepción. “Que disfruten de la película”, les digo. Remonto el pasillo alumbrándome con la linterna. Sí: Hablan en voz baja. Pero se les entiende de sobra. “…no se han quedado muy conformes los peques cuando nos han visto salir”. “…ya son mayores: se habrán acostado y estarán durmiendo desde hace un buen rato… nosotros también tenemos derecho a salir algún día”. “…mañana nos preguntarán que por qué nos fuimos y dónde estuvimos”. Él, mirando alrededor,  le indica a ella: “…como aquí no actualicen contenidos, no tardaremos mucho en ver este cine también cerrado… dinosaurios así quedan pocos…“. “…seguro: menudo supermercado se podría hacer en el cine éste”. Ha acabado ya el tráiler. Doy al interruptor al proyector grande. Raaaaaaaaa. Empieza la película sobre la blanca pantalla. Mi número doscientos cincuenta. Toso.  Ojalá le quede todavía mucha cuerda y mucha intención a este dinosaurio. Ahora, por encima de la banda sonora, ella le recrimina a voces: “Wenceslao, córtate un poco, haz el favor, tente esa mano quieta, que el tío del cinema te está mirando y luego seguro que lo cuenta en su siguiente película”.

1 comentario:

  1. Con éste, doscientos cincuenta relatos se suman al Libro de las Ocurrencias. Ojalá le quede mucha cuerda y mucha intención a este dinosaurio

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