CASI TRES
Dame la manita, Andrea. Vamos, corre, ven, que ya llegamos tarde. Que no
pasa nada, no seas tonta. Venga, la mamá te acompaña hasta la puerta. Mira,
mira cuántos nenes y nenas. Halaaa, cuántos amiguitos vas a tener, ¿eh? Menuda
suerte. Vale, mi chica. No hagas que me ponga triste. Ahora te doy un besito
grande. Y en un momentito, que se pasa muy rápido, estoy viniendo otra vez a
por ti y entonces ya me cuentas lo bien que te lo has pasado… Hacemos una cosa.
Me quedo aquí esperando. Viendo cómo entras en clase. Desde la puerta. Yo me
pongo donde tú me veas. Te miro todo el rato. Te saludo con esta mano. Y no me
muevo nada, no te preocupes.
CASI OCHO
Si sé que me haces esto, llamo a la grúa municipal para que te levante,
Andrea. Esto no puede ser, no. Lo de acostarse tan tarde para que por la mañana
me montes el numerito de siempre no se va a repetir más. Hasta aquí ha llegado
mi paciencia. Porque es que no vas cara al aire. Mírate, parece que vas a cámara
lenta, hija. Ufff, qué horas se han hecho. Yo llego tarde ya. Empezarán sin mí
la reunión… con la rabia que me da que luego me señalen… Pero después, en casa,
arreglaremos cuentas tú y yo. Caramba con la niña ésta. No se me va a olvidar,
no. Porque eso que me has dicho, que yo soy una “adicta al trabajo”, eso, seguramente se lo has tenido que oír
decir a alguien. No lo has aprendido tú por ciencia infusa, desde luego. Hale,
venga, corre, que ya han debido entrar todos. En la puerta no queda nadie. Y
arréglate el cuello de la chaqueta, que lo llevas torcido.
CASI TRECE
Bueno. Ya estamos aquí, Andrea. No te preocupes. Ni se me había pasado por
la cabeza darte un beso en la puerta del colegio para despedirme de ti. Ahí,
delante de todos. Una madre que besa a su hija. Qué horror. Hasta ahí podíamos
llegar. No, claro que no me molesto. Tampoco quiero que te señalen tus amigas
del alma porque te sigo acompañando cada mañana. Si quieres, de ahora en
adelante, me quedo yo una calle más arriba, y así parece que vas tú sola. Bueno,
ahora no hace falta que me digas mirando al suelo: “Mamá, por favor, no
levantes la voz… que te oyen”. Si oyen,
que oigan. No estoy diciendo nada malo. Bueno, hija, que tengas muy buen día. Y
escucha: Luego, te quiero directa en casa. Nada de entretenerte, ni ir a casa de
nadie. Que nos conocemos. Mucho.
CASI DIECIOCHO
Madre mía, madre mía, lo rápido que
ha pasado el tiempo. En un suspiro. Ahora sí que puedes decir que terminas una
etapa. A partir de ahora sí que lo vas a notar. Sí que te vas a acordar de tu
cole donde quiera que vayas… Si parece que fue la semana pasada cuando te traía
de la manita al Jardín de Infancia. Y, mira, esta tarde, tu graduación. Bufff, mi niña
Andrea, cómo has crecido. Perdona, ¿llevas un pañuelo? No esperaba que me
fueras a dar ese abrazo tan largo. Me has pillado desprevenida. Y me ha dado
sentimiento. Ya ves. Tonta que es una. Bueno, hija, nos vemos luego. Hoy, al
trabajo, que le den. Un acto como éste no me lo perdería por nada. Ya te aviso yo
cuando salga de la pelu.
CASI VEINTITRÉS
He salido un poco a pasear para que me dé el aire en esta mañana de
Domingo. No, no es casualidad que mis pasos me hayan traído aquí, a la puerta de
tu antiguo cole. Está todo prácticamente igual en el sobrio eficio. Qué silencio
más extraño. Sin griterío de niños por el medio. Cierro los ojos, y veo nítidamente
cómo entrabas corriendo, con tu uniforme. Ahora los abro. No hay nadie en la
plaza. Esta tarde, cuando me llames y hablemos unos minutos, te preguntaré qué
tal ha ido tu semana. Pero no te diré que he venido hasta aquí. Ni tampoco que
te echo terriblemente de menos, Andrea.
CASI TREINTA Y TRES.
Dame la manita, Andrea. Vamos, corre, ven, que ya llegamos tarde. Que no
pasa nada, no seas tonta. Tu mami que diga lo que quiera, pero yo soy la mami
de tu mami y sé muy bien cuál es el mejor camino para llegar a la puerta del
cole. Mira, mira cuántos nenes y nenas. Halaaa, cuántos amiguitos vas a tener,
¿eh? Menuda suerte. Vale, mi chica. No hagas que me ponga triste. Ahora te doy
un besito grande. Y en un momentito, que se pasa muy rápido, no te puedes ni
imaginar lo rápido que se pasa, estoy viniendo otra vez a por ti y entonces ya
me cuentas lo bien que te lo has pasado… Hacemos una cosa. Me quedo aquí
esperando. Viendo cómo entras en clase. Desde la puerta. Yo me pongo donde tú
me veas. Te miro todo el rato. Te saludo con esta mano. Y no me muevo nada, no
te preocupes.
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