I
Parezco un crío. Tengo los nervios de un chiquillo.
Ahí están en la puerta. Despidiéndome. Que no, que no pienso llamar si no pasa
nada. Que ya nos veremos y hablaremos a mi vuelta dentro de dos semanas. Ufff,
qué cansinos. Besos para todos. Me subo al Meganetrés. Arranco. Aún me
preguntan que si lo llevo todo. Dos toques de claxon, pi-pí, y muevo.
“¡CUIDADOOOOO!”. Venía una moto y al recular no la había visto. Ufff, por qué
poquito. Casi le doy. Vaya comienzo. Se arremolinan en torno a mí. “Por favor,
papá… no te despistes, y para si estás cansado, y no conduzcas de noche, y…”.
Subo la ventanilla. Ya no la oigo. Ella sigue hablando. Vale. Vale. Esto era lo
que quería hacer. Lo que venía planeando. Ahora que me han jubilado voy a
recorrer la península con toda tranquilidad. Ahora que aún puedo, que todavía
estoy bien, voy a volver a ver aquellos sitios que me traen buenos recuerdos, y
voy a poder recorrer aquellos caminos que siempre dejé para más tarde. Por el
retrovisor, antes de girar la esquina, advierto que aún levantan todos las
manos. ”Adióssss, adioóssss”. Como si me alejara en el autobús que me lleva al
viaje de fin de curso, sí, parezco un crío.
II
En el asiento de copiloto, el mapa sabanero
desplegado, con el rotulador verde marcando mi ruta. No soy yo muy de “gps”
porque tienen una pantalla minúscula y distraen un montón. He escogido
carreteras generales. Nada de autovías aburridas. Si cincuenta, cincuenta. Si
noventa, noventa. Ahí vamos. Al son en el cedé de “amigos para siempre, means
you always be my friend, amics per sempre…”, entro en Gorroperdido, primera
etapa de mi viaje. Jopéeee. Sí que ha cambiado esto. Cómo ha crecido el pueblo desde
que yo venía aquí en verano…. También tienen rotondas. BROOOOM, BROOOM. Aparco
en la plaza. Fonda Abril. Aquí pernocto. Ufff, mis huesos. Mi espalda. Me
desentumezco. La misma sensación, frío en la piel. La misma sensación, el aire
limpio en mis pulmones. Pero lo primero es lo primero. Aliviar la vejiga. Ya
descargaré luego. Aparto la cortina de canutillos, a los que las moscas nunca
tuvieron respeto, y me cuelo directo en el Bar Polis, el Polis de toda la vida.
III
Mientras me mojo el bigote con la espuma de la
caña, miro hacia la calle. Las casas. El campanario. Mi retina lo recordaba
prácticamente como lo ve ahora. Lo del “tenemos wifi” es nuevo. Mismo
escenario. Distintos personajes. Ahí, en esa mesa, jugaba mis buenas partidas
de dominó. Se me escapa un suspiro nostálgico. A mí me llamaban “el guiri”, je,
je. Más de cincuenta años hace de eso. Me levanto. Pregunto cuánto es. Pago.
Cuando de nuevo agito la cortina de
canutillos para salir, alguien a quien no recuerdo de nada, me suelta un: “hasta
luego, GUIRI”.
IV
No es que madrugue. Es que duermo poco. Por eso,
viene bien, eso de: “al alba y con fuerte viento de levante… inicio mi segunda
etapa”. Tocotocotó. Oh, oh. No quiere arrancar el Meganetrés. Tocotocotó. Oh,
oh, oh. La primera en la frente. Este coche nunca, nunca ha dado la talla. Tocotocotó.
Siempre, siempre, en los momentos clave ha tenido alguna tecla. ¿Cómo va a
merecerse así ser mi Babieca o mi Rocinante? Salgo fuera echando chispas. Esta
sí que no se la perdono. Dejarme tirado tan pronto a las primeras de cambio.
Con todas las revisiones pasadas. Eso, eso… tiene un nombre. Se llama putada.
V
Ahí están las cuatro almas caritativas. A la que
yo diga “¡YA!”, a empujar todos a la vez. ¡YAAAAAAAA! Hale, hale, más rápido,
más. Tienen poco fuelle. Pierden el higadillo. Sudan por la patilla. El
Meganetrés pesa como un tanque. Se embala. Y yo dentro. Meto la segunda y
suelto embrague. Plof, plof, plof. Se acaba la bajada. Los vecinos, brazos en
jarras, se desmoralizan. “…lo que tiene ese coche es algo más serio. Habrá que
llamar a la grúa. Y de ahí, al taller de Quico”. Se despiden. Desaparecen. Me
quedo custodiando al Meganetrés. No lo puedo dejar abandonado ahí, en la cuneta
de la salida de Gorroperdido. Por si sí, por si no, cada diez minutos lo
intento. Tocotocotó. Este coche es tan puñetero que es muy capaz de arrancar
cuando vea aparecer la grúa por detrás de esta cuesta.
VI
Quico, el del taller, ha mirado con la linterna. Ha
metido la mano por los huecos del motor. Y ha estado hurgando. Ha hecho un
gesto de resignación. “Hay que cambiar una pieza. Y aquí no tengo recambio. Me
llegará mañana de Mardebé”. Ufffff. Resoplo. Abro portón. Extraigo la maleta. Abro
la puerta de atrás. Saco mi minibotiquín. Un paracetamol de un gramo me va a
caer. Al coche le amenazo con el dedo. “Esta no te la perdono”. Quico me mira
como si yo estuviera loco. Me da igual. Arrastrando las ruedas del maletón por
la grava, me dirijo de nuevo a la Fonda Abril, para ver si tienen habitación
también para esta noche.
VII
Yo, al Meganetrés éste no lo quiero ver más ni en
fotografía. Ya está bien, hombre, ya está bien. Que llevo gastado en
reparaciones más que me costó. Ya está bien. Tecleo en el ordenador de la casa
de la cultura (esto no estaba hace cincuenta años en Gorroperdido, vaya que no)
en el buscador. Sólo por ver. Sólo por saber. Megane del noventa y cuatro. Es
que el asiento de este coche es el que se acopla perfectamente a mi espalda. Es
que sé cómo va. Es que es el que me cabe como un guante en el garaje. Tengo
cien “es ques” más. Estaría bien. Comprar otro. Otro igual. Menuda cara iba a
poner éste. A éste… si yo encontrara otro igual, que le den.
VIII
Apuro otra cervecita en el Bar Polis. Pregunto: “¿Alguien
se anima a jugar una partida de dominó?”. Cri-cri-cri. El ruido de los grillos.
Dejo el vaso en la barra. Con las partidas memorables que aquí se han jugado
antaño, ahora nadie sabe ni lo que es.
IX
Quico me mira con cara de circunstancias. “No, no
me han traído la pieza”. Cagüen todo lo que se menea en pleno siglo veintiuno.
Me vuelvo hacia la Fonda. Lo primero que escucho es un: “Ya, ya nos rumiábamos
que usted, hoy tampoco se marchaba”.
X
Es tentador. Aparecen ofertas a tutiplén por
Meganes del noventa y cuatro con garantía incluida. Agito mi cabeza. Yo, este
viaje no me lo amargo. Ti-ti-ti-ti-ti-ti-ti. Marco el número. Da línea. Da
tono. “¿De verdad tienen un Megane del noventa y cuatro nuevecito?”. Me
contestan: “Un momento, por favor”. Me ponen en espera. Ya me extrañaba a mí.
XI
“Qué, Quico, a ver si adivino: Tampoco han traído
la pieza hoy”. Quico sale de debajo de
la furgona que está destripando. “Sí, sí que la han traído… pero tu coche sigue
sin ir… no era eso”. Cuento hasta tres. Un, dos, meganetrés. “¿Dijiste en serio
que te quedarías este trasto si te lo vendiera?”. Afirmativo. “Por quinientos
pavos”. “En un rato te digo algo”. Voy de parte a parte de Gorroperdido,
primero, pasando por la Fonda Abril, “eh, que hoy tambiénme quedo”, después por
la casa de la cultura, desde donde llamo de nuevo y pregunto: “¿Y no me harían
ustedes una rebajita si lo pago al contado?”. Los cabrones me piden cuatro mil.
XII
“La Paciencia” sigue siendo la línea de autobuses
que hace el trayecto Gorroperdido-Mardebé, Mardebé-Gorroperdido. Por lo menos,
los autobuses se han modernizado. Los asientos son cómodos. Y hay aire
acondicionado. Quico me ayudó a llevar el maletón y casi todo lo demás. Tengo un
no sé qué en la boca del estómago. Es un poco de desazón por haber dejado aquí
al Meganetrés, como si fuera sólo un trozo de chatarra. Pero en fin. Así son
las cosas. Allá que subo los escaloncitos. A las tres en punto sale. Traquetea
el bus. Estoy desandando mi último viaje. Sí. Pero es sólo para coger impulso.
XIII
Autos Torcuato. Como mis hijos se enteren de que
he pasado por Mardebé y no he pasado por casa, me van a decir de todo, menos
bonito. Empujo la puerta cristalera. Suenan campanillas. Arrastro el maletón. Me
dijeron que tendrían, papeleo incluido, el coche preparado para las doce en
punto. Me presento. La vendedora cae en la cuenta: "Ah, sí: ¡Aquí está el del
Megane del 94!”. El Guiri del Megane del noventa y cuatro. Les sigo hacia un
garaje en la zona posterior. “¡Voilá: ahí está!”. Me quedo mudo. De una pieza.
Como quiera que a la chica no le parece que yo esté muy emocionado, abre la
puerta, y exclama: “¡y escuche qué pedazo de equipo de audio tiene!”. Le da al
click, y ahí sí, tiene que muy estar ágil y agarrarme rápido para que yo no me
caiga de culo cuando suena el “¡Amigos para siempre, means you always be my
friend, amics per sempre, means a love that can not end…!”.
molt bo, jajajaja
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