I
“Hey, tíos, he conocido a alguien que es una caña”.
Mi anuncio despierta poca expectación. Más bien ninguna. Yo esperaba otra cosa.
Pero Óscar bosteza. Pachi garabatea con el boli un papel. Toño hace como que
lee un tebeo. Y Eddy, por primera vez desde que nos constituimos, ha dicho que
tenía que irse a comprar y no ha venido. Excusas. Miro por la ventana hacia la
calle. Lo mismo se pone a llover. Mmmm,
como no hagamos algo y pronto, el CAPUM se nos viene abajo. Sí, nuestro Club
de Amigos del Poli-poli Universal de Mediavilla. Con la de tardes
gloriosas que hemos pasado, con la de
partidas memorables que hemos jugado, con la de merendolas que nos hemos
arreado, con la de veces que ha tenido que venir mi madre a reclamarme, “Ginés,
te he llamado tres veces: la cena ya está en la mesa, ¿es que tus amigos no
tienen casa?”. Ni ella ni nigún padre entiende que nuestro Club es algo serio.
Míranos ahora, qué cara de muermos. “La próxima semana, lo traigo”. Veo gestos
de desaprobación. “A mí no me dejasteis invitar a Ketty”, protesta Toño. “Por
mí, haz lo que quieras, pero que pague su parte de la merienda…”, advierte
Pachi. “O que pague doble, por no ser socio”, salta Óscar. Se levanta la sesión.
Se levantan los miembros fundadores del club. Y van desfilando hacia la salida,
pasando por el mostrador de la vieja tienda de Ultramarinos. Todos menos yo,
que, como soy el que pone el local de mi abuelo, me quedo recogiendo el
desparrame de hoy. Ésta es, desde sus principios, la sede del CAPUM, pero eso,
en mi casa, no tienen que notarlo.
II
Lo sabía. Sabía que Charly caería bien. Qué tío.
Qué ocurrencias. En cuántos sitios ha estado. “Ya os lo dije”. Encima es bueno jugando
al Poli-poli. Yo quería darle una lección, para que sepa que aquí tenemos
nivel. Lo que pasa es que los dados hoy se han puesto de su parte. Casi todo
seises. La suerte del principiante. Ha terminado barriéndonos del tablero, el
tío, a mí el primero. “¿La revancha?”, le he pedido un poco picado. Mirando el
reloj, estaba claro que no nos daba tiempo. “Vale, a la próxima”. Eso sí, la
reunión de hoy no ha terminado sin nombrar a Charly nuevo socio del Club. Por
unanimidad. La semana que viene, le entregaremos el carné. Somos seis ahora. El
CAPUM vuelve por sus fueros.
III
No hago más que recibir parabienes. “Ya os lo
dije: Charly es una caña”.
IV
“Bueno, va, jugaremos a más cosas, como propone
Charly. Pero mantengamos los principios. En el nombre de nuestro club, CAPUM, figura
el Poli-poli. Y nosotros no podemos perder nuestra esencia”.
V
Qué tiene de malo esta vieja tienda. Aquí no nos
molesta nadie. Podemos reunirnos cuando queramos. Vale que, como arriba vivo
yo, yo tengo que estar, pero a mí no me importa… Mmmm… por mucho que lo diga
Charly, sigo sin ver qué tiene esto de malo.
VI
No los reconozco. A “mis” amigos Óscar, Pachi,
Eddy y Toño. Están abducidos por Charly. Fue el último en llegar y ahora para
todo le piden a él su parecer y su venia. Trato de abrirles los ojos. Esto es
lo que me ha soltado esta tarde Pachi: “Lo que a ti te pasa, Ginés, es que no
puedes soportar que no se haga lo que tú digas. Eso es lo que te pasa”.
VII
He llamado a Toño para decirle que, a la reunión
de hoy, no iría porque tenía que ir a comprar. No parece que le haya importado
mucho. La verdad es que después me he pasado la tarde en la vieja tienda, la
antigua Sede de nuestro CAPUM. Solo. Cuando, a la hora de cenar, he subido a
casa, a mi madre le ha faltado tiempo para preguntarme si me pasa algo. Es que
me tiene calado.
VIII
Voy como una moto. Por fin. Después de una hora
buscándolos, ahí están. Todo son risitas. Ji, ji, jí. Ja, ja, já. Ensayan para
una “película gamberra” que Charly dice que harán. Me ven aparecer. Se hace el
silencio. Voy directo. Hacia Charly. Ahora noto que me saca palmo y medio. No
medio palabras. Le suelto un guantazo. Mi mano, dolorida, rebota. Él no
reacciona. Los demás sí. “¿Tú estás loco?”. Me agarran entre los cuatro. Ya
podrán, ya. Mis otrora amigos. Me arrastran. Me empujan. Grito. “¡¡Soltadme,
coño!! ¡Se ha cargado nuestro CAPUM!”. Así acabo de morros en el suelo. Ellos se
sacuden las manos y vuelven prestos a
interesarse por el agredido Charly. A mí, a mí… que me zurzan.
IX
…………………
XXX
Sí. Después
de un montón de años, reforman la planta baja, la histórica tienda. Mi madre me
ha pedido que revise y retire los papeles que no quiera que se tiren. Con
cierta desgana, he bajado. Han reaparecido, amarillentos y un poco arrugados,
los estatutos del CAPUM. Los he releído con nostalgia. Los he retenido en mis
manos unos segundos. Después, después, han ido, con casi todo lo demás al
contenedor de la basura.
XXXI
Me he arrepentido un millón de veces de aquella
explosión violenta. Nunca aprenderé lo bastante que ningún problema se
soluciona a base de sopapos. Nada los justifica. De mis cuatro “ex” amigos no
he sabido nada. A partir de aquello me hicieron el vacío y les perdí la pista.
Pero a Charly sí lo sigo viendo. Casi cada semana. Hay algo que me da una rabia
casi infinita. Él me saluda. Me trata con afecto. Y se interesa por cómo me va.
El muy cabrón es asquerosamente perfecto.
XXXII
“Conozco a un consultor que es una caña”. He
pronunciado estas palabras en la Sala de Juntas de la Cooperativa. Y al
instante me las he querido tragar. Mis socios miran las gráficas con
preocupación. Las tendencias. Las facturaciones y los márgenes. Espero que no
me hayan escuchado. Espero que no se dirijan hacia mí para preguntarme de quién
se trata. Porque me van a poner en un brete. A ver ahora, que me lo he pensado
mejor, cómo les digo: “¡Y una miiiiiiiiiiik si creéis que os lo voy a
presentar!”.
¿¿¿Tiraste los Estatutos del CAPUM??? ..............IMPERDONABLE.
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