I
Mi madre me ha dicho algo así como que todas las personas tienen un talento
innato. Y qué es eso. Explícame. “Sí, peque. Quiere decir que en todos hay una
cualidad que nos destaca y diferencia del resto. Vamos, algo en lo que somos mucho
mejores que los demás”. ¿Y yo? ¿Y yo, mamí? ¿En qué soy muy bueno? “¿Tú? ¿Tú? Anda,
arrea, tira para allá… que a ti, a hacer trastadas no te gana nadie”. Buuuhhhh.
Bueno, habrá algo más, digo yo. “…tendrás que buscarlo, Sergiete, no siempre
estos detalles saltan a la vista”. Me enfado. Es que, en nada de nada de lo que
se me ocurre me parece a mí que yo tengo talento.
II
Será que corro más que nadie. Cuando jugamos a pillar, es difícil que me
cojan. Y ahora, que estamos ahí, en línea, a punto de hacer una carrera en el
campeonato del cole, voy a demostrarlo. Preparados. Respiro fuerte. Se trata de
ir más deprisa. Listos. La seño levanta el brazo. ¡YAAAAAAAAA! Salgo como una
flecha. Pero hay otras flechas que me adelantan. Tengo que volar. Piececitos,
volad, hacedme el favor. Cuando llego a la meta, me arde la carita, voy detrás
de la profe. “Seño, seño, ¿y para el cuarto no hay premio?”. Dice que no, que
sólo para el primero, segundo y tercero. Oro, plata, bronce. “No es justo”.
Insisto. “El cuarto qué”. La persigo. Tanto se lo digo, que ella rebusca en su
bolso. Y me da un boli bic naranja. “Toma, el premio del cuarto”. Bueno, yo corro
mucho. Pero por lo menos hay tres que hoy han sido más rápidos.
III
Eso es. Bailo más que bien. Para la fiesta del cole, la señorita Manolita
ha organizado un grupo de danzas. Empezamos por el principio. Primero lo hace
ella despacio. Un-dos-tres-cuatro. ¿Es eso? Mira qué bien. Un-dos-tres-cuatro.
Luego lo hace, pero con música. Repetimos todos. El lío vendrá cuando con los brazos en alto
toquemos las castañuelas. Hm, hm. Me señala: “Sergio, no vas al ritmo de todos”.
Eh, cómo que no. Lo intento de nuevo. Le tengo que poner más ganas. Al finalizar
el ensayo, viene y me dice que esto es para tomárselo en serio y que es mejor
que me vaya a jugar. Salgo corriendo al patio. Por el camino, me voy parando,
repito el un-dos-tres-cuatro, y resulta que cuando no me mira nadie, es cuando lo
bordo y mejor me sale.
IV
Estoy solo en la cocina. Acabo de merendar. Ahí lo tengo. Cocinar es lo
mío. Se me da bien. Registro en el armario. Esta sartén pequeñita me vendrá de
rechupete. Ahora me subo al taburete. Alcanzo el tarro del arroz. Y por aquí,
qué veo, qué veo. Tomate frito. Con buenos ingredientes tiene que salir buenos
alimentos. Arroz con tomate, en versión delicatesen. Relleno la sartén. Pongo
agua. Tengo que encender el fuego. Pero, antes le doy al gas. Clic, clic. Salta
una llama azul. Ahí está. Cubro el arroz con el tomate. Aquello empieza a
calentarse. Huele… Lo remuevo con la paleta. Como haría mi madre. La sartén
humea. Enciendo el extractor. Qué ruido. La sartén salpica. Ostras. Me he
manchado. Bueno. Apago ya el fuego. Contemplo mi obra. Acerco la nariz. Puag. Y
ahora esto quién se lo come. PLAAAAAM. Se abre la puerta de la cocina. Uf, qué
susto. “¿Qué estás haciendo, Sergioooo?”. No tengo mucho que explicarle a mi
padre. Salta a la vista el desparrame. Mientras entra de un salto y empieza a
borrar el rastro de mi primer arroz con tomate, sin reñirme, me dice: “…podrías
haber empezado por la lección primera: untar galletas con crema de chocolate”.
Cuando me ve las intenciones, exclama un glup, y añade: “…eh, eh, con el
cuchillo de plástico, claro”.
V
No soy tampoco el que más aguanta la respiración debajo del agua. Jolines
jopeta.
VI
RIINGGG, RIINGGGG. Abran paso, que vooooy. ¿Sabes Bruce, hoy es mi cumple? ¿Que
cuántos? Pues cinco. ¡Ehh, Consue, hoy es mi cumple! ¡Ya tengo cinco! ¡Holaaaa,
Vladimiiiir! ¡Hoy es mi cumpleaños! ¡Eh, señor comosellame… hoy es mi cumple!
Bueno, yo creo que toda la calle ya lo sabe. Ahora me felicitarán porque desde
hoy soy mayor. Pedaleo con mi bici nueva de dos ruedas. Hacia el cole. Ya no
tengo que circular por el carril triciclos. Ése se queda para los pequeñajos.
RIINGGG, RIIINGGG. Voy por el carril bicis grandes. En esto sí que soy muy pero
que muy bueno. ¡Eeeeeeep! RINNNGGGG, RINNNNG. ¡Apártese, apártese! HIIIIIIIIII.
CRASHHHHH. Ufffffff. Uffffff. Mami, mami, me he caído, pero no me he hecho
nada. Un rasconcito en el codo nada más. Y el manillar un poco doblado. Pero
por eso yo no lloro, que ya tengo cinco. Ya me subo otra vez. Y sí, yo sí que
miro por dónde voy, no te preocupes. El timbre funciona. Mira: RINGGGG,
RINGGGGG.
VII
Que no, que yo no quiero más tarta, mamá. No, no estoy raro. No, no tengo
muchas ganas de jugar. No, no he reñido con nadie. No, no me pasa nada, de
verdad. Bueno. Un poco serio sí estoy. ¡Es que yo no encuentro mi talento, el
que tú decías que todos tenemos! Oye, no te rías. No te burles de mí o me
enfado. Es que yo creo que no soy bueno en nada. Nada de lo que hago me sale
bien del todo. Bueno. Ya hablaremos, vale. Ahora voy con mis amigos otra vez.
Me están esperando para jugar, sí. No, no es que ellos sean muy callados. Lo
que pasa es que, como cada uno habla un idioma distinto, entre ellos no se
entienden bien.
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