domingo, 17 de febrero de 2013

El periodista que no seré




I
Hoy nos han puesto el trabajo del mes en Lengua. Y la señorita Teresa se ha pasado no cuatro, sino cuarenta pueblos. Quiere que hagamos una entrevista a un personaje. Nos pide que saquemos al periodista que llevamos dentro. Espera de nosotros preguntas inteligentes. Lo valorará todo. Y avisa que puntuará tres puntos para la nota final. La protesta de la clase ha sido general. “¡Oiga…! ¿Cuándo cree que lo vamos a poder hacer? ¡Tenemos más asignaturas, no está sólo ésta…!”.  Entonces ha puesto esa cara suya de bruja que nos acojona a todos, ha guardado la carpeta en su bolso gigante y ha dado por terminada la clase. Según me levantaba yo, con mi mochila a cuestas, me ha llamado y me ha señalado con el dedo: “Oye, Corrales, nada de inventar, ¿eh?”. Glup. Pero cómo narices sabía ella que yo estaba pensando en entrevistar a Jaime I, confirmando la leyenda de que pasó por Mediavilla, en una lejana tarde de hace ya unos cuantos siglos…

II
Tengo tiempo. Pero aún no sé a quién le haré la dichosa entrevista. Mientras, voy sondeando para ver qué hacen los demás. Le he preguntado a Aquino si ya lo tiene claro. “Por supuesto, entrevistaré a mi padre”. Menudo morro, el Doctor Aquino es Jefe en el Servicio Médico del Hospital La Paciencia de Mardebé.  Seguro que hasta le da una exclusiva: “Ampliaremos tal o cual pabellón”. Brrrrr.  Eso no tenía que valer. Mientras, yo, seguiré estrujándome los sesos…

III
En el Ayuntamiento, te digo yo que te pierdes. Entrando a mano derecha, hay unos señores mirando atentamente sus pantallas de ordenador. “Un momento”, me ha dicho el primero. Cuando ha tenido a bien, ha girado la cabeza para atenderme. Yo le he explicado a lo que iba: “… quisiera entrevistarme con la Alcaldesa”. Esperaba que me hiciera preguntas. Quién eres. Mire, soy fulanito. Para quién. Mire, para el Periódico El Colegio Exprés. No, no, nada de eso. Ha abierto un cajón. Ha sacado un impreso. Me lo ha puesto encima del mostrador y me ha indicado: “Rellena esta instancia”. Me he quedado unos minutos en blanco. Esto, esto… ¿por dónde se empieza?

IV
He quedado atrapado en la puerta giratoria  de la Caja de Ahorros. Y una voz me ha advertido que tengo que depositar los objetos metálicos en el exterior. Vuelta a salir. He vaciado los bolsillos. Las llaves de casa. La calderilla. Vuelta a entrar. La de la ventanilla me ha visto dudar. Con mi libreta de una raya. Con mi bic. Ahora por dónde. “Mmm… esto yo… tengo que hacer un trabajo muy importante en el colegio y quisiera entrevistar al director de la oficina”. Yo no le he visto la gracia al asunto, así que no sé de qué se ha reído la tía capulla. “Chico, lo siento, pero él está ocupado y no tiene tiempo para dedicarte”.

V
Cuando me cruzo con la señorita Teresa en el patio, ella me mira como diciendo: “Corrales, Corrales: espero mucho de ti”. Yo esquivo esa mirada. Agacho la cabeza y me entran todos los males. Porque se agota el tiempo y no sé a estas alturas a quién le lanzaré mis preguntas.

VI
Yo le cogería el Sanyo a mi padre. Para grabar la entrevista que haré, aún no sé a quién, como hacen los de verdad, con el micrófono en la mano. Pero, primero, me la cargo si se entera de que lo he cogido. Segundo, tengo que cogerle cinta de cassete. Y tercero, las pilas están gastadas. Conclusión: El Sanyo se queda.

VII
Me acabo de cruzar en la escalera con mi tío Eliseo. “Hola, tío”. “Hola”. Mmmm. Un momento. Una persona que ha recorrido medio mundo trabajando. Que conoce un montón de países. Que habla, que habla… ¿hablará mi tío más de un idioma? ¡Éste es mi personaje! Doblo en redondo. Subo de dos en dos. Lo llamo. Me escucha. “Espérame bajo, si te parece, me preguntas todo lo que quieras saber de camino a Mardebé”. Uaaaaauuhhhh. Tacho de la libreta las preguntas generales que tenía preparadas. Bajo de tres en tres los escalones. Y, apoyado en la puerta de su 600, le espero bajo.

VIII
“Sube”, me indica mi tío Eliseo. ¿Yo? ¿Yo delante? Bien. Allá voy. Hacia nosotros viene ahora un policía municipal. Con la gorra y la cachiporra. Qué querrá. “¿Valentín Corrales?”, nos pregunta. De repente, me entra un temblor. Mi tío se extraña: “Valentín, chico… ¿pero qué has hecho?”. “¡Yo no he hecho nada, de verdad… ¡“. El municipal, con tono grave, enuncia: “…la alcaldesa me envía para recogerte, porque atenderá tu solicitud de entrevistarla”. De repente, el dilema. El corazón a cien. Mi tío me mira. Yo miro al suelo. Y el poli apremia: “¿Vienes, chaval? No tenenemos todo el día…”. “Mmmm…. Lo siento, señor. Mis disculpas a la alcaldesa. Ahora tengo que salir con mi tío”. Gesticula el agente. Se rasca la cocorota tío Eliseo, que va a tener que contestar, mientras conduce, a las preguntas de su curiosón sobrino. Mientras el coche arranca y subo la ventanilla, me acuerdo de la señorita Teresa, y de que esto que acabo de hacer es justo lo contrario de lo que hubiera decidido el gran periodista que no seré. 

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