I
Cada uno es lo que es y le toca lo que le toca. No
tiene sentido que me siga preguntando por qué soy quien soy y sobre todo por
qué soy como soy. No hay tu tía ni vuelta de hoja. Me guste más, me guste menos,
éste es mi espacio y éste es mi tiempo. Y con las batallas que llevo peleadas,
a estas alturas, ya debería tenerlo asumido. Pues no. Se me suele olvidar y sólo
cuando choco con la realidad, para poder seguir vivo, lo recuerdo y me espabilo
de repente.
II
Este individuo no nos ha parecido mal. Por sus
mofletes sonrosados y su andar desgarbado. Deambulaba por el centro comercial.
Con las manos cargadas con bolsas. Allá que hemos ido. Desde la soplante del
circuito de ventilación. Camuflados entre millares de partículas en suspensión.
Ni se ha enterado el muy pardillo. No ha notado nada. Un poquillo de carraspera
si acaso. Caramba, caramba, ecooooo ecooooo en su interior. Qué grande y
espacioso resulta todo aquí dentro. Cuando por la noche ha llegado a su casa,
nosotros ya teníamos ocupados sus centros neurálgicos. Y él, que sólo unas
horas antes era pura fuerza bruta, se ha derrumbado y se ha venido abajo como
un pelele.
III
Con tanto inquilino nuevo, es normal que nuestro
nuevo gigante sienta esa fatiga extrema, que su corazón lata más rápido para intentar
repartir mejor a todas partes. Aquí estamos a nuestras anchas. Crecemos en
número sin encontrar resistencia a nuestro paso. Es uno de los asentamientos
más plácidos que recuerdo desde que tengo conciencia de virus.
IV
Ahí sí me sale todo el orgullo que llevo dentro. Qué
se habrá creído. Nuestro anfitrión no es más que nadie. Todo es cuestión de
relatividades. Seguro que él, a su vez, está también viviendo a costa de y
dentro de alguien más grande… Entonces,
¿por qué criticar y denostarnos tanto? ¿Por qué? Que nos tire la primera piedra
entonces si puede. Que se atreva. A ver si nos da.
V
…normalmente no escucho a quien no tiene nada que
decirme. Por eso me he sorprendido. Debía de ser una neurona o varias. Me
llamaban. A mí. Y repetían una y otra vez una palabra: “parlamentar,
parlamentar”. Ufff. He pedido un poco de silencio y orden a mis exaltados
colegas. “Veamos qué es lo que nos quieren ofrecer”.
VI
Antes de caer del todo en picado, nos han pedido
moderación. Que les dejemos respirar un
poco. Que levantemos el pie del acelerador. Que tiene que haber para todos en
este pastel. Detrás de mí, risotadas. Mis compañeros nunca han tenido ningún
tipo de consideración. Pero un poco de razón no les falta a estas apuradas
neuronas. Si seguimos a saco, en cuatro días nos vamos todos, ellas y nosotros,
al garete. Plim, plam. He dado dos palmadas. “Señores, dos dedos de frente”, he
pedido. He escuchado entre murmullos alguna protesta, “¿desde cuándo?”, “eso..
¿dónde se ha visto?”. Pero la cordura, mi cordura, se ha impuesto. La fiebre,
su fiebre, ha remitido. Y esta noche el hombrecillo en el que estamos todos ha
podido conciliar medianamente bien el sueño.
VII
El placer de hablar. De entenderse. De entrever
cuánta sensibilidad esconde el de los mofletes. Mientras, a mis espaldas me
están poniendo verde como un moco. Dicen que me están volviendo blandengue el
ARN. Que a la primera que puedan me darán en los morros. Eso me irrita
profundamente. Me revienta que estén tan ciegos, que no vean que velo por
ellos. Les repito que, si lo hacemos bien, ha acabado nuestro nomadeo. Y lo
subrayo: “Hemos venido aquí para quedarnos”.
VIII
La he visto por sus ojos. Y he sentido la misma
atracción. El mismo cariño. Irresistible. Qué desasosiego por tanta dulzura. Me
ha hipnotizado. PLASHHH. Ha sido unánime e inmediata la reacción neuronal entre
la que me encuentro: “A ella, por favor, ni le tosas, ni la toques, ni la
mentes siquiera”.
IX
No sé por qué no me terminan de creer. Que sí. Que
es verdad. Que algunos de nosotros contagian optimismo, contagian buenhumor,
contagian ganas de ayudar a los demás. “¡Anda ya!”, parece que rumian. Descreídos.
Por qué no va a ser verdad. Si existe la noche es porque hay un día. Me piden
que les dé detalles. Hmmmm. Vuelvo a empezar. “…basta un estornudo, y nada más
entrar, se remangan y se ponen a construir codo con codo, hombro con hombro…”.
Jolines. Les entra una risa de guasa. Que sí. Que son los menos. Que son raros.
Pero que por ahí pululan en el aire virus positivos que son de lo bueno lo
mejor.
X
…de repente, gritos de alarma. En el fluido, un
veneno. Lo chocante, lo antinatura, es que el tóxico no distingue entre los
nuestros y los suyos propios. Hace estragos. Arrasa por donde pasa a propios y
extraños. “¿ESTAMOS LOCOS O QUÉ?”, he recriminado desesperadamente a las voces
neuronales. El mundo, ese mundo, mi mundo se acaba. Me he visto correr despavorido
entre alaridos, llantos y llamadas desesperadas de auxilio. Sálvese quien
pueda. He sentido el reproche entre mi gente, “tú y tus puñeteras
consideraciones”. Sin tiempo para pensar, sin tiempo para nada, me he subido a
las primeras cápsulas, las que saldrán a escape con las primeras toses del
alba. Esto es un acabose. Un fin del mundo. En situaciones como ésta, es cuando
recupero mi conciencia de virus, recordando que cada uno es lo que es y le toca
lo que le toca.
...en recuerdo de mi neumonía
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