I
No pensaba yo que, cuando Juanma me preguntó si
podía venir un amiguito del cole a jugar con él me iba a traer precisamente a
éste, a Omar…. El caso es que ahí están los dos, metiditos en el cuarto del fondo. Desde luego,
fue una buena idea poner allí todos los juguetes. Así, por lo menos, el resto
de la casa está presentable y despejada. Lo mismo no se oye ni una mosca y
tengo que asomarme a ver si les ha pasado algo, que gritan como descosidos, como
si los estuvieran torturando, y tengo que asomarme también porque van a venir
los vecinos y nos van a llamar la atención. No, no les pasa nada. Representan y
viven con intensidad las historias de los muñecos. Ésta va a ser la tercera vez
que entro en lo que va de tarde. Madre mía. Por aquí parece que ha pasado un
huracán. “Chicos, ¿no sabéis que hora es? Hora de ir recogiendo. Hora de cenar.
Hora de estar cada uno en su casa”. Juanma se lamenta: “Ooooohhhh”, y pide
prórroga: “espera un poquito por favor”. Luego negocia: “Mamá.., ¿puede venir
Omar otro día?”. ¿Qué es lo que quiere
Juanma que conteste delante de su amiguito? Justamente lo que le digo entre
dientes: “Pues que claro que sí, otro día más y mejor, pero por hoy ya vale,
que mañana hay cole y no habrá quien os levante”.
II
Yo le miro a los ojos y le pregunto: “…pero Juan
María, ¿es que sólo tienes a ese amiguito?... es que cada dos por tres lo
tenemos aquí en casa… es que parece que no tiene padres que se preocupen por él…
es que el otro día hasta se trajo a su hermanito, como si esto fuera una
guardería… es que siempre acaba rompiéndote algo, con lo que tú te lo cuidas
todo, es que… ”. El muy pánfilo se me encoge de hombros. Creo que no sabe
decirle que no a nada. Creo que se apodera de su personalidad y se convierte en
su marioneta. Ahora voy directa hacia la habitación de los juguetes. Toc, toc. “Hale,
chicos, que ya es hora”. Juanma me
replica cada vez más. Se está haciendo un respondón. Esta vez me salta con un: “¿Yaaaa?”.
Él antes no era así. Después, cuando estemos solos, me va a oír a mí. Me muestro inflexible. “Sí,
ya”. Omar se levanta. Mientras va por el pasillo, camino de la puerta, me doy
cuenta. Eh, eh. Lo lleva en la mano, fuertemente cogido. “…Omar, deja ese
muñeco en el sitio…”. “Me lo ha dado Juanma”, declara. “¿Cómo que te lo ha dado?”. Miro a mi hijo y
lo fulmino. Con la pasta que vale este “destroyer”… cómo se le ocurre.
Reconduzco la situación. “No, él no te lo puede regalar…”. “¿Y por qué?”. “Pues
porque no”. Vuelvo rápida a la habitación de los juguetes. Me agacho. Cojo el
más viejecito que veo, uno que tiene las alas rotas. Regreso corriendo. Y se lo
tiendo. “…si quieres uno, llévate éste”. Omar lo recoge con cara de despago. Eso:
encima es desagradecido.
III
DINGGGGG, DONGGGGGGG, DINGGGG, DONGGGG. Pero qué
manera de llamar es ésa. Por la hora que es… “¿Quién? ¿Omar? Huuuy, Omar, qué
mal me sabe, pero Juanma está en la clase particular de inglés… ¿no te lo había
dicho? Se le habrá olvidado. Pues acabará un poco tarde… Ya vienes otro rato si
eso…. Hombre… claro que Juanma te deja jugar en la habitación de los juguetes
aunque estés solo… pero es que justo en este instante, yo tengo que salir
también al supermercado y tampoco voy a estar en casa”. (…). Ufffff, qué jeta
la de este nano. Desde dentro escucho una vocecilla: “¿Es Omar?”. “No, Juan María,
no. Se habían equivocado. ¿Cómo llevas el deber de inglés? A ver, déjame
revisar… Bien, bien, y bien. Termina hasta aquí, y luego si quieres ya te vas a
la habitación de los juguetes hasta las ocho por lo menos”.
XL
“A ver cuándo arreglas la habitación de los
juguetes. No se puede entrar allí ni a saltos. Te advierto: como me dé un día,
me pongo y la mitad de las cosas van a la basura. ¿Que ni se me ocurra? Pues ya
sabes, Juanma. Pon en orden toda esa montaña de muñecotes con los que ya no
juegas”.
L
¿Esta caja con la ropa de verano? Al trastero con
ella. Sí. A lo que hace muuuucho tiempo fue la habitación de los juguetes.
CCL
Esperadme un momento, chicas, que voy a saludar.
Ehhhhhh...Heeey ¡OMAARRRRRR, OMAAAAR! Pero qué alegría me da verte. Muá. Muá.
Qué buen mocetón te has hecho… Cuánto tiempo ha pasado… Parece que fue hace
nada…. Nosotros en cambio ya vamos para abajo… ¿Te acuerdas de lo bien que lo pasabais
en la habitación de los juguetes? ¿Juanma? Espera, me tapo la boca con la mano,
porque no quiero que mis amigas me lean los labios. Él está allí en casa. Desde
luego, no ha tenido suerte. A ver si tú que puedes lo ayudas, Omar. Que es tu
amigo de infancia, tu amigo de toda la vida. Acuérdate. Llámalo. Se alegrará. Bueeeeeeno.
Heeeey, ¿Sabéis quién es? Venid y os lo presento… es el Subsecretario de
Industria… ¿no lo visteis el otro día en la tele?
No hay comentarios:
Publicar un comentario