domingo, 15 de enero de 2012

El negro



I
“¡Un café con leche, por favor!”. Aleluya, por fin me hace caso el camarero. Con el guirigay que hay en el bar el tío se hacía el sordo. Cloc, cloc, golpetazo del filtro para vaciar la carga del café anterior. Brrrrr. Vengo tiritando. Me desenredo la bufanda. Aquí hay un hueco. Junto a la barra. En esta silla alta. “Por favor… ¿me deja pasar?”. “Sí, claro…”. Esa voz, esa voz. “¡Remigio!”. “¡Hombre, Isaac, cuánto tiempo!”. Le sonrío. Me da un poco de vergüenza que me encuentre en este estado, de bajón. Me aprieta la mano. No la suelta. Miro al café con leche, que ya espera. Se me enfría. Ésa tiene que ser mi cena. “Y qué, Isaac, ¿sigues escribiendo?”. Le pongo cara de circunstancias. Sí, sonrío por no llorar. Las vueltas que da la vida. “Las palabras no se comen”, le acabo diciendo. Me ha soltado la mano y ahora me coge del hombro. Muy paternal. “…pues es una lástima hombre, porque me gustaba mucho tu retranca”. Mira unos segundos al techo y resuelve. “Oye, ya que nos hemos encontrado…. ¿a ti no te importaría revisarme una conferencia que tengo que dar la semana que viene en la Cámara del Comercio? Va sobre los emprendedores y todo eso… como voy de cabeza, pues no he podido ni repasármela... ¿no tendrías un ratito para darle un vistazo?”. Así, de sopetón. Igual que antes, cuando yo le corregía los deberes en el cole. Igual. Tengo un ratito y todas las horas del reloj. Me pide el correo electrónico. Se lo apunta. Se lo guarda en el bolsillo. Luego me da una palmada. “Esto sólo se lo puedo decir a alguien de muchísima confianza. Ya te lo mando”. Y da tres pasos para reintegrarse con el grupo que le espera, con sendas cañas de cerveza en la mano. Ahí sigue mi café con leche. Efectivamente, un poco frío. Sorbo a sorbo. Despacio. Mientras, no sé dónde mirar para no verle. Está igual el cabrón. Lo mismo se ha puesto un implante en el pelo. Ahora se gira. Salen todos. Viene hacia mí. “Que no tardemos tanto en volver a vernos”, exclama. Me siento un poco liberado. Con más tranquilidad, apuro la taza. Pero ya no entraré en calor. “¿Me dice qué le debo, por favor?”. “Nada, ya está pagado”. Guardo la cartera. Jo, Remigio Renta cómo se estira.

II
Ya ni me acordaba. Pensaba que sería una fantasmada más de las suyas. Ayer por la tarde me encontré con dos correos extraños. Iba a borrarlos porque parecían basura. Pero me pudo la curiosidad. ¿Y si…? Qué enrevesado. Hasta que descubrí que el primer correo contenía la clave, y el segundo la puerta para entrar en un servidor donde me aguardaba un fichero encriptado pasaron horas. Después me sentí halagado en mi ego. Cómo este tío, después de tantos años, se atreve a confiar en mí. El texto que me encontré era infumable. No cuadraba para nada con lo último que yo le tengo visto y oído en la radio y en la televisión, que es bastante decente, dicho sea de paso. Cogí el bisturí. Primero una operación quirúrgica ortográfica. La necesitaba. Y eso que los procesadores de hoy, la traen incorporada. Leí en voz alta el texto. A la tercera vez que repetí “en España y fuera de ella” para significar “en todas partes”, ya me he puse malo. Para entonces, las tres de la madrugada. Qué. Me ponía o no me ponía al tajo. Me limitaba a revisar, tal y como me había pedido, o reescribía el discurso completo. Porque este tema me lo sé. De sobra. Junté mis manos. Soplé para calentarlas. Me tiré una manta encima. Acabo ahora mismo de salir del servidor dejando mi propuesta de discurso hecha. Modestamente, no se pueden decir mejor las cosas para que calen en quien las escucha. Son las siete pasadas. Me pesa el sueño. Pero sobre todo me pesan las telarañas de mi estomaguito.

III
El de la Cámara de Comercio fue el primero. Después han ido viniendo más. Remigio ni se molesta en esbozar nada. Indica tema, lugar y fecha. Hay veces que son casi de hoy para mañana. Yo me encierro en este cuartucho reconvertido en cocina de las ideas. Me desdoblo. Procuro pensar en lo que pasa por la cabeza de Remigio Renta. Y procuro pensar en las inquietudes de quienes le van a escuchar. Después me regodeo en el eco digital que reciben sus intervenciones. “El impulso de Remigio Renta”, “El giro dialéctico de un líder”. Durante unos minutos acabo creyéndome que este cacao se arregla sólo con discursos bien escritos. Que son mis palabras las que resuenan y trascienden, aunque las pronuncie Remigio Renta. Que soy yo yo y yo quien hace Historia con mayúsculas. Que habrá un “antes” y un “después” de mí. Esa fase se pasa muy pronto. En un periquete. Basta con abrir la puerta y cruzarse con la casera del piso en la escalera. Este mes, por lo menos, no me saludará con un “a ver cuándo me pagas”.

IV
Ni un discurso más. No le escribo ni una línea más. Se acabó. Estoy como una moto. Estoy que muerdo. Estoy que rabio. Hoy, Remigio alteró el último texto que le preparé. Lo puede hacer. Claro que lo puede hacer. Y de hecho, lo ha hecho. Omitió que “se ha acabado el tiempo de los que procrastinan”. Ignorante. Con eso, se ha cargado sin enterarse la esencia del mensaje. Falso. Adulterador… Vaya. Me entran ahora dos correos simultáneos. La clave para entrar en el servidor, como siempre. Clic, clic, clic. La tecleo. El tema propuesto es, es… las prioridades en el control del gasto. Mmmmmm. Aquí yo, diría, veamos…

V
Esta tarde, cuando salía del Colegio Cénit (mi “supercontrato” de quince horas semanales), me ha abordado Nicanor, el coordinador de estudios. “Isaac, Isaac, quería hablar contigo”. Nos hemos parado en la entrada. Un montón de chicos en tropel, arriba y abajo, pasaban en desbandada. “Tú dirás”. “…verás. Tú conoces la línea ideológica del centro”. “Sí, claro”. “Nada de política. Nada, ni siquiera subliminal”. Sí, claro. Normal. Nada de política. Nada de religión. Nada de nada. “¿Y?”. “Pues, hombre, Isaac, que esta vez te has pasado de la raya…”. No sabía a qué se estaba refiriendo. ¿Yo? ¿Pasarme de la raya? Nicanor me ha advertido: “Mira, Isaac: no puedes recomendar a tus alumnos los textos de los discursos de Remigio Renta como modelo estructural a seguir. De ninguna manera”. Ah, era eso. Me he carcajeado en sus morros. “Tomo nota, no te preocupes”. Luego, ya camino de casa, ay madre qué cosas me pasan, he vuelto a tener la sensación de que alguien me sigue. Y eso que no he visto muchas películas de espías últimamente. Serán figuraciones mías. Enseguida he vuelto a barruntar cómo abordaré el tema de hoy, que se las trae.

VI
En ésas, me pareció que entraba un doble correo nuevo. La clave por un sitio, la puerta por otro. Esta vez, contenía una pregunta sorprendente. “Qué le escribirías a Nuria Donaud si la quisieras impresionar positivamente, Isaac”. ¡Nuria Donaud! Barrunté evocándola. Pero pensar, pensé poco. “La verdad, le escribiría la verdad. Que eres un capullo, un engreído. Y un chupóptero que se alimenta de ideas de otros que se calientan la cabeza por ti”. Imaginé una respuesta rebotada: “Qué cabroncete eres, Isaac, qué cabroncete”. Es cuando de una cabezada, me he dado la frente con la mesa y me he despertado de golpe. Otra madrugada aparezco sentado en el cuartito de las ideas. No. Aunque lo espero, no ha entrado hoy ningún doble correo con clave secreta. Y menos de ese estilo. Remigio Renta no necesita ese asesoramiento. Y menos, a la vista está, de mi parte.

VII
Salgo por la puerta lateral del super, que no es la mía habitual. Doy un rodeo. Miro hacia detrás, pero de soslayo. Alargo el paso. Calles cortas y cruces abundantes. Paso semáforos en rojo. Me pita un camión y me llama de todo menos bonito. Se me acelera el pulso. La bolsa pesa. Cambio de mano. Sigo mirando hacia detrás. Ahora estoy seguro. No es casualidad. Freno. Giro la esquina. Me arrimo a la pared. Qué estoy haciendo. Contengo la respiración. Y en el segundo justo, grito. “¡TÚUUUUUU!”. Una mujer se echa para atrás. “¡AAAAAHHHHHHH!”. Susto de muerte mutuo. “¿Por qué me estás siguiendo?”. Trata de negar la mayor. ¿Quién? ¿Yo? Repito la pregunta por si no me ha entendido. Se da la vuelta para marcharse. Le cojo la muñeca. Intenta zafarse. Puedo estar haciéndole daño. Agacha la cabeza entonces. Y es cuando mirando al suelo explica: “…yo… quería saber quién es el nuevo negro de Remigio Renta”.

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