domingo, 11 de diciembre de 2011

Tiempo de Superhéroes



I
Será una broma. He recibido un correo electrónico. Como copia oculta. “Distinguido asociado”, dice, “es un placer anunciarte que el próximo cinco de Enero tendrán lugar las XLI Jornadas de Superhéroes”. De qué van. Ya no saben qué inventar. “…en breve te remitiremos el programa con las sesiones que se celebrarán”. A mí me ha entrado una risa floja. “Rogamos su asistencia. Hoy, más que nunca, es tiempo de Superhéroes”. He ido a darle directamente a la tecla “Supr”. Pero no sé por qué en la última décima de segundo me he detenido. Y lo he releído varias veces. Buscándole las vueltas. Dónde dirá eso de “le recordamos que para votar será necesario que se encuentre al día en sus cuotas”. Porque me imagino que querrán hacer caja. Será una broma mala. Desde luego, a mí no me hace ni pizca de gracia.

II
Cumplió su amenaza. Mi madre se atrevió. Me lo había advertido ya varias veces. Se había puesto pesada, “Cayetano, ordena tu cuarto, o entro a saco”. Y yo, “mañana, mami, mañana”. Estaba acostumbrado a andar a saltos en mi habitación, a saber dónde tengo mis cosas, cada una por un sitio… Para mí así todo estaba más que bien. Por eso, cuando esa tarde llegué del colegio, entré en la habitación, encendí la luz… ¡AAAAAAHHHHHHHHH! ¿Aquí qué ha pasado? Pánico, terror, catástrofe. “Te lo dije”, me señaló ella con el dedo. Estaba todo diáfano. Todo despejado. ¿Y mis tebeos? ¿Y mis revistas?“. “Lo más viejo, al contenedor de los papeles”. Otra vez AAAAAAAHHHHH, pero cómo has podido tirar lo mejor que yo tenía. Salí disparado, de rebote, dando traspiés, hacia abajo, para ver si podía aún salvar algo de la masacre. Me planté delante de los tres contenedores, basura, plástico y cartones, alineados. Uuuuuaaaaa, qué rabia, qué rabia. Cómo se había atrevido esta mujer. Si no molestaban a nadie. Mis Supermanes. Mis Superhéroes. Qué expolio. Irrecuperable. Apreté con fuerza mi puño derecho. No pude contener una lágrima. Snifff. Aquello para mí era todo. Justo en ese momento de ofuscación e ira, concentré toda mi fuerza, y solté un puñetazo contra el armazón metálico del contenedor de cartón. Tendría para haberme roto los nudillos en mil astillitas con aquel arrebato. Pero sorprendentemente, lo atravesé como si fuera papel de fumar. Atiza. Caracoles. Ni inmutarse mis dedos. ¿A ver? Repetí golpe. Taladré la chapa, que aunque estaba algo oxidada, no dejaba de tener un espesor de dos milímetros. Vaya. Y entonces la mayoría de mis tebeos quedaron a mi vista. Entre cartones, arrugados y descosidos. Un par de puñetazos más y quedó abierto un boquete en el que me cabían los dos brazos. Aún recuerdo la cara alucinada de mi madre cuando me vio entrar en casa de regreso con la mayor parte de mi tesoro de papel recuperado. No dijo ni mu.

III
Otra vez. Otro correo electrónico como copia oculta. Esta vez, el encabezamiento, pone: “Estimado Super Percutor, adjuntamos el programa de las LXI Jornadas”. No hay duda. Saben quién soy. Me pregunto cómo se habrán enterado de que existo, si hasta ahora he permanecido en el más silencioso de los anonimatos. Vaya pregunta más chorra. A los Super héroes no les cuesta nada reconocerse entre sí. Lo debemos llevar escrito en nuestro código. Vamos, digo yo.

IV
Una de las fases más complicadas para cualquier persona es la de aprender a conocerse bien a sí mismo. Por simple que uno sea, hay quien incluso ni lo consigue. Pues no te quiero contar lo difícil que es para un Superhéroe. Lo digo por experiencia. Cuando descubrí lo que era capaz de hacer con mi derecha, tuve que comprobar si mis superpoderes se extendían también a mis otras extremidades. Resultado, mano izquierda rota. Empeines machacados ¿Y a mi cabecita dura? A la de una, a la de dos, a la de… Resultado, traumatismo craneoencefálico. “¡Hijo mío, pareces el pupas!”. No más probaturas. Con mi puño derecho sí. Lo que se pusiera por delante. Agujeros en ladrillos. Agujeros en hormigón. Agujeros en granito. Agujeros en acero. Super, super Percutor. Ésos son mis poderes. La gente de Mediavilla tenía que andar con cuidado, porque el pueblo empezaba a parecerse a un pueblo “gruyer”.

V
¡Me han enviado la credencial para el Congreso! Lo que no sé es cómo haré para llegar. Muchos lo tendrán superfácil. Vuelo directo con capa, con supernaves, teletransporte, a saber. Yo tendré que mirar ya por internet a ver si hay un avioncillo de bajo coste. Y que mis padres me dejen la pasta. Esto no me lo quiero perder por nada del mundo. Apareceremos por la puerta principal, vestidos de normalitos, porque claro, las Jornadas, a los ojos de todo el mundo, son para tratar “El signo de los tiempos”. Entraré de incógnito, ya digo, para después, una vez traspasada la puerta, en el salón de actos, encontrarme con Super Guay-guay, con el Super Hombre Fuego, con la Super Mujer Fardástica… con todos… eso tiene que ser para que me tiemblen las piernas sin parar… para que me tengan que dar masajes al corazón de la immmpresión. Menudo nervio que me va a entrar al codearme con tanto Superhéroe grande. Saludaré a todo el mundo, “hola, que yo soy Super Percutor”. Espero que me venga bien el traje… De las Jornadas, me interesa particularmente la charla-coloquio: “No hay Superhéroes de primera ni de segunda: todos vamos a una”. Ésta promete.

VI
Autoaprendizaje y disciplina, dos conceptos vitales en la vida que llevo. Me cuesta relativamente poco adaptarme al papel de simple que interpreto cuando voy de incógnito. Sólo sé hablar de tebeos y cómics. Y mi aspecto tampoco levanta ninguna sospecha: Gafas gruesas, bajito, calvito y un poco panzudete. Eso sí, no veas, la fuerza de voluntad que necesito para no soltar un derechazo a algún capullo y reventarlo cuando me está tocando las narices. Eso sería de unas consecuencias inimaginables. Así que me resigno y me dejo avasallar. En momentos de debilidad, me vengo abajo. Vaya una mierrrrrrrda de superpoder que me ha tocado. Para qué sirve agujerear paredes, si ya están las ¨Black Decker”. Todos los Superhéroes necesitamos un psicólogo cerca, me parece a mí, porque nos mortificamos continuamente. Nunca le voy a poder descubrir a Noelia mi identidad percutora… Nunca llevaré bien que “sólo me quiera como amigo” y que suspire por aquel “desconocido” que grabó su nombre en la pared. Y ahora, aprendo billar y a hacer carambolas, mientras espero mi momento, ese momento que me coloque cerca de una farola, para tumbarla con mi puño derecho, de manera que caiga justo encima del coche del malo cuando trata de escaparse.

VII
Cinco de Enero. Cuatro significativas ausencias a las puñeteras Jornadas que deben estar celebrándose en estos momentos. La mía es evidente. Ando paseando por las iluminadas calles de Mardebé. Las otras tres estaban anunciadas. Los Magos, que ya me imaginaba yo que eran del gremio, protestarían porque en la noche de este día precisamente trabajaban. Cualquier otra fecha les hubiera venido bien. Llevo las manos en los bolsillos. La bufanda envolviendo mi cuello. No sé qué me pasa. Veo superhéroes por todas partes. Ése que vuelve a casa y está seguro de que la semana que viene volverá a tener trabajo. Ésa que va hacia el hospital a cuidar a su madre. Aquél que viene cargado con un paquete y que pensaba que los Reyes pasaban de él. Buuuufffff. Cuando los de Patrimonio recuenten los ciento y pico impactos de las balas de cañón en los muros de las torres van a encontrarse con uno más. El más profundo, el más bajito, el que le acabo de hacer con la fuerza de los millones de meganewtons de mi superpuño derecho. Pido disculpas por ello. Tenía que desahogarme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario