lunes, 15 de marzo de 2010

CONMIGO NO

No es que empezaran a volar avioncitos de papel por la oficina de una mesa a otra, no. Tampoco aparecieron corrillos ociosos en torno a la máquina del café, qué va. Los teléfonos no sonaban interminablemente sin ser puntualmente atendidos, eso tampoco. Y las calles seguían apareciendo sucias de plastiquitos sin barrer que el viento arrastraba formando remolinos. Pero aquella mañana arrancaba una nueva era. Se trataba del día 1 después del Sr. Solano.

Así que cuando Julio entró por la puerta principal, notó inmediatamente un ambiente como de resaca festiva. Un aire de liberación. Un silencio, otrora contenido, ahora roto. La gente, desde sus puestos hacía uso de la palabra y hablaba normalmente. Julio comprobó cómo la ley esa que rige sobre la expansión de los gases, se cumplía en la oficina, de manera que el hasta veinticuatro horas antes despacho del gran jefe, estaba ya ocupado por nuevos inquilinos. Porque eso sí, había sido tal la carga de trabajo desplegada por el Sr. Solano durante tantos y tantos años, que la empresa no había tenido más bemoles que ubicar allí nada menos que a dos personas. “Ninguna soy yo”, se lamentó Julio. Así atravesó la sala de las pantallas, saludando levemente y buscando el refugio de su ordenada mesa.

Una vez delante del ordenador, no conseguía el punto de concentración. El viejo maestro le había dado una última recomendación, preparar un comentario sobre la posible llegada del aperturismo en Cuba tras los lustros de Castro. Él estaba en eso. Pero ya no sentiría, de un momento a otro, el aliento del viejo sheriff en el cogote, “…empieza de cero, eso que has escrito no es lo que te he pedido…”.

Encima, no lograba abstraerse de los comentarios malintencionados que le bombardeaban los oídos. Qué se habría creído el “viejo tiranosaurio Rex”, que se fue muy en su línea, sin despedirse de nadie… poco iba a tardar su mujer en pedir el divorcio si a partir de ahora lo tenía que aguantar en casa. El gran faltón del respeto. El recortador de pluses. El “mal si lo haces, pero peor si no lo has hecho”. El “esto-es-lo-que-hay” y “doy una patada y salen cien como tú”. El sembrador de cadáveres laborales, que luego resucitaban en otras compañías, eran felices y superaban el trauma cosechando importantes éxitos profesionales.

Lo que cambiaban las cosas en cuestión de horas, pensaba Julio. Nadie ayer mismo se hubiera atrevido a toserle mínimamente, y hoy ya lo linchaban públicamente. Sin tenerlo enfrente, claro estaba. Indudablemente, éste sería el tema del día. El caso era que casi todo, absolutamente casi todo lo que soltaban estas lenguas viperinas hacía honor a la verdad. Así era talmente como se había comportado el Sr. Solano con el personal: como un cabrón. Julio tragó saliva… “pero conmigo no”, musitó, “conmigo no”.

Apretó entonces la tecla “Supr” y borró de un plumazo los cuatro renglones que llevaba escritos. Dejó Cuba para otra ocasión y se puso a escribir sobre Solano, el insufrible. Y encontró entre ambos temas un paralelismo relativo. Llevaría unas seiscientas palabras, cuando la secretaria lo sacó de su abstracción. “Julio, ve al despacho de personal, por favor”. Julio se levantó arrastrando la silla. Según salía de la sala de las pantallas, alguien dejó caer en voz baja: “a éste se le ha acabado el chollo”, y él en ese instante presintió que no lo llamaban para nada bueno.

1 comentario:

  1. Igual ya lo conoces, pero por si acaso, te mando el enlace a un Concurso de cuentos o relatos cortos:
    http://obrasocial.cam.es/es/Paginas/actividad.aspx?ida=30&opm=1676
    Por si te animas a presentar alguno de tus escritos.

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