Una vez resuelto el cambio climático, el mundo se enfrentaba de lleno a un nuevo problema global, más grave y definitivo: La superpoblación. Las ciudades habían crecido desmesuradamente y se tocaban unas con otras. Los habitantes se movían entre apretujones por las abarrotadas calles. Los colapsos en las carreteras eran eternos. Edificios inmensos con viviendas "ocupacionales" minúsculas y espacios reducidos, habitadas por turnos. El ser humano se había convertido en una plaga para el planeta. Colas, colas para todo, a todas horas y en todas partes. Los alimentos, de siempre mal repartidos, escaseaban de verdad. Y las fuentes de energía se habían secado esperando en vano una energía limpia e inagotable...
Entonces, algunos líderes organizaron una nueva "cumbre", como aquella que hubo hacía ya mucho en Copenhague, pero esta vez para enfrentarse a la marabunta humana. Sólo poniéndose todos de acuerdo evitarían un enfrentamiento fratricida, propugnado por unos cuantos descerebrados que gritaban "con menos gente, más sitio". De aquella reunión no saldrían sin una gran determinación.
Unos que sí, otros que no; el caso es que descartaron y tumbaron la planificación familiar a las primeras de cambio.
Luego vinieron más acalorados debates, y finalmente aparecieron los primeros ministros hablando desde tribunas que les llegaban hasta la barbilla, para, al lado de expertísimos científicos, anunciar con el semblante serio la solución única. Curioso; parecían más pequeños. Fue cuando anunciaron "El crecimiento negativo".
Las grandes compañías de publicidad se pusieron a toda máquina para reeducar a la gente y predisponerla al cambio inminente. Radios y televisiones machacaron en todos los idiomas conocidos estribillos como: "Aquí cabemos todos", "La grandeza está en el espíritu", "Nunca más el camarote de los hermanos Marx". "Cariño, mira cómo me encojo".
Muy sencillo: De la mano de la ciencia, todos, sin excepción, reducirían su tamaño a la mitad. Con un pollo asado comerían diez en vez de cuatro. En un estadio cuyo aforo había sido de ochenta mil personas, cabrían ciento sesenta mil. En una solución habitacional de treinta metros vivirían holgadamente seis ciudadanos. Una carretera general se convertiría en una autovía de cuatro carriles con sólo pintar dos líneas nuevas. Y así, folios y folios ensalzando las bondades del "crecimiento negativo"...
Pronto aparecieron movimientos contrarios a la reducción encubierta. Entre los más destacados, los "Salvemos Liliput", que gritaban su consigna: "¡¡A nosotros, enanos, dejadnos como estamos!!".
Y el escándalo fue monumental cuando se filtró que habría excepciones: algunos grupos destacados no verían reducido su tamaño en aras a su servicio público. Policías, para proteger. Médicos, para curar. Políticos para... para...
Tomada la decisión mundial, firmados todos los protocolos, empezó la cuenta atrás.
Ocultas en las profundidades del planeta, permanecían las evidencias de que una acción menguante tal ya se había realizado al menos dos veces con anterioridad en tiempos inmemoriables.
Catador: menudo relato para un día como hoy.... no sé si voy a poder dormir.
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