domingo, 28 de agosto de 2011

El tonto y el guapo

I
Hace rato que las farolas atenuaron su intensidad. Por lo del ahorro energético. Silencio en las calles del barrio. Estamos en las horas en las que resuenan los tacones de los zapatos con el empedrado del casco histórico. Un gato se escabulle de parte a parte del callejón. A lo mejor no era un gato. Es la tercera vez que el vigilante pasa por aquí. Con los auriculares puestos, escucha la radio y anda absorto. La noche está resultando muy lenta y pesada. Bosteza cerrando los ojos. Es cuando al salir a la placita, se topa de cara con un noctámbulo. Joder, qué susto.

II
Hacen los dos un quiebro para no darse de morros. Cuando apenas se han rebasado, el caminante se gira y le pregunta: “¿Luis Pe?”. Ostras, quién le llama así después de tanto tiempo. “Sí, sí… quién eres”. Porque está oscuro y porque necesita revisar la graduación de sus gafas, el vigilante no reconoce a quien le llama. “Luis Pe, que soy Dani, tío, ¿qué haces tú por aquí?”. Es evidente. “Ya me ves, trabajando…”. Buuuf, qué bien, una vieja cara conocida. Para hablar un poco y despejarse: “…es que llevo más de más de un año en el paro… ahora está todo muy chungo… y me llamaron del Ayuntamiento… oye, que es para vigilar una plaza durante tres días… ¿te interesa? Yo dije enseguida que, claro que sí, que me da lo mismo, aunque fueran sólo tres horas, y ellos me explicaron que hay que cuidar unas figuras que se quedan al aire libre del escultor Carlangas… y yo, que sí, que sí, que me da lo mismo, aunque fuera para cuidar el Tesoro de los Reyes Godos… y ellos vuelta otra vez, oye, es que es para hacer el turno de noche… y yo, pues mejor, así no tengo que vérmelas con ningún borracho que trate de mearse encima de estas estatuas, porque según se miren, algunas están que parecen hechas por el mismo señor Roca; y ellos, advirtiéndome, oye, que igual no tenemos dinero para pagarte hasta dentro de un tiempo… y yo, ¿pero cómo hace falta que lo diga? ¿en chino? Que sí, que me interesa aunque me paguéis dentro de un año; y al final, con un suspiro de alivio, ellos diciéndome que soy un tío de puta madre, que conmigo da gusto entenderse, que los que había delante de mí en la lista, los muy cabrones, habían dicho todos que no…”.

III
“… en eso tienen razón los del Ayuntamiento, Luis Pe: eres un tío de puta madre”. El vigilante sonríe. “Gracias, Dani: tú siempre me has mirado bien…”. Ambos echan a andar bordeando la placita. “¿Y, tío, tú sigues haciendo esas imitaciones tan buenas?”. “Madre mía, madre mía… hace años que no…”. “¿No? ¡Pues qué pena, porque eran magníficas, vales para eso!”. Sombra sobre la sombra de la nostalgia. “De imitaciones no se come, Dani”. “Bueno… márcate una ahora”. “¿Ahora? ¿Aquí? No…”. “Venga, Luis Pe, que no se diga”. “No, de verdad, no insistas…”. A los pocos segundos, en la vieja plaza, suena fuerte un: “¡ESSSS-CÁN-DA-LO, ES UN ESCÁNDALO!”. Y algunas lucecillas se encienden en algunos balcones. Qué narices hace Raphael cantando en la calle a estas horas.

IV
“Y de Begoña… ¿sabes algo?”. El vigilante no se atrevía a hacer esa pregunta. Y tiembla su voz. Su memoria despierta poco a poco y recuerda nítidamente que fue precisamente Dani quien acuñó en la pandilla ese sufijo “Pe” detrás de “Luis”, porque aclaraba que era “Luis Pe-sado”, de tanto como les repetía “tantas veces y con tan poca gracia” la misma imitación, la de Raphael, la del escándalo. Dani tarda en responder con voz grave: “Mmmm…. Begoña… lo dejamos estar hace un tiempo… pero creo que está bien”. El vigilante suspira. Dos noticias buenas. Ella ya no está con Dani. Y ella está bien. Dani le pregunta entonces: “Creo recordar que a ti también te gustaba Begoña, ¿verdad?”. Silencio como respuesta. Entre el tonto y el guapo, ella había elegido. Y se había quedado con el guapo.

V
Han dado dos vueltas a la placita. Luis le ha explicado uno por uno los detalles de cada escultura. Y se ha enrollado con el sistema de alarma que las protege. Suena una campana a lo lejos. Las cuatro. O las cinco. Se paran de nuevo. Dani saca las manos de los bolsillos. “Bueno, Luis Pe, me hubiera gustado encontrarte en otro sitio…”. El vigilante sonríe: “…por lo menos, después de tanto tiempo, esto no es ni un hospital ni un cementerio, je, je…”. Se corta la risa. Silencio. El vigilante da un paso atrás entonces. Le advierte: “Oye, Dani, no me jodas”. Repite: “…Dani… por favor, no me jodas…”. Lo de antes sí que era un gato y ahora trepa hacia una ventana. De nuevo se extiende el silencio por las calles del barrio.

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