I
Los
Sábados el colegio se transforma. Parece otro. Bulle en actividades. En el
campo de futbito y en el de baloncesto suele organizarse el partido oficial. En
el Salón de Actos ensayan la Obra para el día de la Fiesta. A mí me gusta ir. Aunque
sea para jugar solo en el patio, tirando a la canasta sin parar. Hoy he venido
también. Pero hoy no es un Sábado normal. Hoy es el Sábado. Antes de que sea demasiado
tarde, vengan todos los exámenes de golpe y se acabe el curso, hoy tengo que
poner en marcha mi plan. Y en mi plan no estaba previsto que estuviera
nervioso. Que mirara mi reloj Thermidor cincuenta veces y que los minutos no
pasaran tampoco estaba escrito. Al final, todo llega, las doce y media también.
Voy como una flecha. El secreto está en hablar con seguridad. “Señorita, cambio
de autobús… no vuelvo a Mediavilla porque tengo que comer en casa de mi tía
Carmen que vive en Alfil… pero se me ha olvidado el justificante”. La señorita
me mira. Ya sabe cómo soy. Despistado. Aquí ayuda poner un poco de cara de
lástima. Me cae medio cachete. “…no te tendría que dejar… para mí es un
compromiso… venga, Chaume, que sea la última vez… “. Avanzo por el pasillo. Me
gustan los asientos de atrás. Me muerdo los labios. Primera prueba superada.
II
Mientras
traquetea la ventanilla, con mi frente pegada al frío cristal, mirando los
campos de naranjos que se suceden ininterrumpidamente…caigo en una cosa que no
había pensado. Si es que me tuviera que volver esta tarde en tren, no tengo ni
dos pesetas. Es igual. Ya me las apañaré. Aunque me toque ir andando.
III
Eeeeep.
Ha llegado el momento. “¡Buen fin de semana, seño!”. La señorita aún me
pregunta dónde vive mi tía Carmen. ¿Quién? Ostras, sí, no me acordaba de
mi-tía-Carmen. “¡Por allá, está muy cerca, llego enseguida!”. Pitan por detrás
cuatro coches impacientes. Bajo de un salto. Y aquí estoy. En Alfil. Es tal y
como ella me lo había pintado.
IV
Por el
paseo central, buscando la calle de las Jacarandas. Todo es mirar a un lado, a
otro. En este pueblo se olvidaron de poner rótulo para que los que venimos de
fuera supiéramos por dónde andamos.
V
Bom-bom,
bom-bom. Que sí, que me pellizco. Que estoy aquí, donde acaban las fincas y
empiezan los campos. Que he llegado a Jacarandas 37. Que me tiembla el pulso.
Que voy a llamar al timbre. Que…
VI
Mari
Eli ahoga un grito cuando entreabre la puerta y me ve. “¿Tú qué haces
aquíiiii?”. Glup. Pues hago eso… estoy en lo que quedamos. Que vendría a tu
casa a verte. No la veo muy feliz, pero creo que es por el efecto sorpresa. En
cuanto lo asimile, no cabrá en sí de gozo. Como yo.
VII
El
pasillo de su casa es oscuro. Tropiezo con un mueblecito esquinero. Casi, la
catástrofe. Las figuritas de porcelana, no sé si china, se han tambaleado todas,
pero no ha caído ninguna. En la cocina, el extractor a toda velocidad. “Mamá…”.
La madre de Mari Eli está con un delantal. Se gira. “Y éste quién es”. “Es
Chaume, un compañero de clase… ha venido a verme…”. Hija, la hora de comer, no
son horas de hacer visitas a nadie. “…es que es eso, mamá, que Chaume, viene de
Mediavilla, se queda a comer”. Cómo. Qué. Sonrío. Sale mi cara de ángel. La señora
se compone. “¡Ahhhh…. Perfecto, perfecto…”. Noto cómo mi queridísima amiga
suspira, menos mal. El plan funciona. Y yo, lo que quería: estoy con ella.
VIII
Conste,
yo por Mari Eli, lo que haga falta. Como hasta pimientos si es preciso. Pero
que no me pidan que me coma estos macarrones con atún. Blandos, pastosos. Se me
hacen bola en la boca. Los remuevo con el tenedor. Hago un hueco en el centro
del plato. Noto que todos, lo que se dice todos, me miran. Ella menos. Mari Eli,
a dos carrillos, da cuenta de su ración. Y eso que era el doble de la mía.
Estoy por decirle, “cuando acabes, sigue con ésta”. Si pestañeo, si toso. Si
bebo y hago ruido con mi sorbo. Si mi masticar es sonoro. Todos, su padre, su
madre, sus dos hermanas, me taladran. “¿No te gusta, Chaume?”. “Mmmm… es que no
he venido con mucha hambre…”. Definitivamente, en esta casa soy un bicho raro.
Me miran por eso.
IX
La
tarde es templada. Recorremos la avenida de parte a parte. Nos sentamos en un
banco. Compramos pipas Facundo en un kiosko. Ahí me desquito. Soy una máquina
de tirar cáscaras al suelo. Ahora, en Enero, anochece pronto. Disfruto el
momento. Hablamos. De mayores. De futuro. Del colegio. De sus amigas. De mi
amigotes. En nada se encenderán las farolas. Quisiera que mi reloj parase
nuestro tiempo. Pero eso no se puede. Nos levantamos. Que tenga ahora el culo
helado del granito del banco es lo de menos.
X
“¿…y
cómo te vuelves a casa, Chaume?”. “Evidente: voy a la estación, de ahí a
Mardebé, y en Mardebé subo a otro que me lleva a Mediavilla”. Noto que se me
seca la boca según digo esto a Mari Eli. “No, hombre, no… no vas a dar todas
esa vuelta estando mi padre en casa… Ahora le digo que te llevamos nosotros”.
Glup. Sudan mis sobaquillos. Puro nervio el que estoy pasando. “…mujer no es
necesario, pero si insistes…”.
XI
El R10
es nuevo y huele a nuevo. Nosotros nos sentamos detrás. El padre de Mari Eli es
de poco hablar. “Hace mucho que no voy a Mediavilla”. “No se ha movido del
sitio”, le digo. Ni pestañea ni mueve su rictus. No ha debido entender mi
chiste. Sólo tengo ojos para mirarla. Ahora es cuando noto que irradia
felicidad. Estoy con ella. Está conmigo. Será una curva. Será un frenazo.
Nuestras manos se juntan. Y hasta que llegamos a la puerta de mi casa se quedan
así, entrelazadas.
XII
Señor,
señor, qué recibimiento. Da igual quién esté delante. Mi madre no ahoga sus
gritos. DÓNDE TE HABÍAS METIDO. NOS VAS A MATAR DE UN DISGUSTO. TE HEMOS BUSCADO DE CASA EN CASA DE
TUS AMIGOS Y NADIE SABÍA NADA DE TI. ÍBAMOS YA A DENUNCIARLO A LA GUARDIA
CIVIL. ANDA, ANDA, TIRA PARA CASA QUE, DE LA QUE TE ESPERA, NO TE LIBRAS. La
despedida no es nada honrosa y decorosa para mí. Mi madre me engancha de la
oreja izquierda y me levanta dos palmos. El plan, mi plan, era como el plan de
quien proyecta ir a la luna. A la luna con Mari Eli con todo detalle. De cómo
volverse después, ni media palabra.
XIII
Creo
que, desde entonces, luce en mis laterales una oreja más grande que la otra. La
izquierda, claro.
(...)
(…)
(…)
MI
Los
Sábados la casa se transforma. Parece otra. Ventanas de par en par para que las
habitaciones se oxigenen. El robot aspirador me persigue por donde voy. Los
nietos juegan enfrascados en la videoconsola. Me gusta que vengan. Pero hoy no
es un Sábado normal. Hoy es el Sábado. Antes de que sea demasiado tarde, y no
me pueda valer, hoy tengo decidido poner en marcha mi plan. Y en mi plan no
estaba previsto que estuviera nervioso. Que mirara mi reloj inteligente de
pantalla tactil cincuenta veces y que viera mi tensión y pulsaciones disparadas
tampoco estaba escrito. Al final, todo llega, las doce y media también. Voy
como una flecha. El bastón. La gorra. El móvil y la pulsera de seguridad, quedan
sobre el aparador. Qué extraña me resulta la calle, después de tanto tiempo. El
secreto está en hablar con seguridad. “Señorita, ¿puede usted indicarme cuándo
tengo que hacer el trasbordo para ir a Alfil?”. La señorita me mira. Aquí ayuda
poner un poco de cara de lástima. “No se preocupe, ya le aviso”. Se levanta y
me cede su asiento. “…no era necesario, pero si insiste…”. Eeeeep. Me dejo
caer. Ding dong ding, “próxima parada, Alborada”. Inquiero, “¿ésta?”. No
todavía no. Me muerdo los labios. Primera prueba superada.
MII
Mientras
traquetea la ventanilla, con mi frente pegada, viendo mis ojeras en el reflejo del cristal de enfrente…en una cosa no he
pensado. Si me tengo que volver esta tarde otra vez en tren, no tengo ni
cincuenta céntimos. Tenía sólo para un billete sencillo. Es igual. Ya me las
apañaré. Aunque tenga que ir… ¡ostras!… andando no. Ejem: Ya me las apañaré.
MIII
Eeeeep.
“No funciona el ascensor. Tócate las narices”. Necesitaba salir a la
superficie, respirar aire fresco. No he nacido yo para vivir allá abajo como
los topos. Estos semáforos están mal paridos. Tardan una eternidad en ponerse
verde para los peatones, y cuando aún voy por la mitad ya se acaban y se ponen
rojos otra vez. “…pitad, pitad, que yo tengo que llegar al otro lado ¡que os
den!”. Ufff, porque me lo han jurado, pero si esto es Alfil, cómo ha cambiado, a
este pueblo no lo conoce ni la madre que la parió.
MIV
Bom-bom,
bom-bom. Que sí, que me pellizco. Que estoy aquí. Aquí se
acababa el pueblo antes… y mira si sigue la calle… ¡Estoy en pleno centro
histórico! Que sí, que esto es Jacarandas 37. Que por qué me tiemblan las
piernas… por los escalones de antes. Puñeteras
rodillas. Que no me veo. Que no leo estas letras tan pequeñas. Que voy a llamar
al timbre. Que…
MV
…Mari
Eli, te reconocería en cualquier parte, en cualquier momento… bastaría con
mirarte… bastaría con ver el rictus de tus labios… Hay algo en ti de mí y algo en
mí de ti, eso… eso es inconfundible, eso… eso no lo borra el tiempo.
MVI
Me
quito la gorra. Se me escapan dos carraspeos. Mari Eli ahoga un grito cuando
entreabre la puerta y me ve. “¿Tú qué haces aquíiiii?”. Glup. ¿Tantos años sin
vernos y eso es lo que se le ocurre decirme? Pues hago eso… estoy en lo que
quedamos. En que volveríamos a vernos.
MVII
No me
acordaba del pasillo de su casa. Oscuro, oscuro. Por eso he tropezado otra vez
con el mueblecito esquinero que ya no tenía el mismo número de figuritas que
antaño, conste. En la cocina, el extractor. Una de dos. Estoy más sordo. O bien
es mucho más silencioso. “Nena…”. Es una de las hijas de Mari Eli. Con un
delantal. Se gira. “Y quién es”. “Es Chaume, un viejo compañero… ha venido a
verme…”. Y tan viejo. Mamá, la hora de comer, no son horas de hacer visitas a
nadie. “…es que es eso: que se me había olvidado decirte, que Chaume, que viene
de Mediavilla, venía hoy a comer”. Cómo. Qué. Sonrío. Sale mi cara de ángel. La
hija se compone. “¡Ahhhh…. Perfecto, perfecto…”. Noto cómo ella suspira, menos
mal. El plan funciona. Y yo, lo que quería, estoy con ella.
MVIII
Mientras
Mari Eli se troncha, una pregunta me sale del alma. “Es que en esta casa sólo
coméis macarrones con atúnnnn?”.
MIX
La
tarde es templada. Pero mi bufanda y su foulard están bien enrolladitos por si
acaso. La Avenida es eterna, así que nos dejamos caer en el primer banco. Pasa
la gente, sin mirar a ninguna parte. Niños corriendo. Bicicletas a destajo.
Perros buscando troncos de árbol para hacer pis. Ahora, en Enero, sigue
anocheciendo pronto. Disfruto el momento. Hablamos. De nuestros hijos. Del
pasado. Del colegio. Qué fue de éste. Qué fue de aquél. En nada se encenderán
las farolas. Quisiera que mi reloj nuevo parase nuestro tiempo. Pero eso no se
puede. Nos levantamos. Uf, mi lumbago. Que tenga ahora el culo helado del
granito del banco es lo de menos.
MX
“¿…y
cómo te vuelves a casa, Chaume?”. “Evidente: por donde he venido, voy a la boca
del metro, de ahí a Mardebé, y en Mardebé trasbordo a Mediavilla”. Mientras
hurgo en mis vacíos bolsillos, noto que se me seca la boca según digo esto a
Mari Eli. “No, hombre, no… no vas a dar todas esa vuelta estando mi yerno en
casa… Ahora mismo le digo que te llevamos nosotros”. Glup. Sudan mis sobacos
peludos. Puro nervio el que estoy pasando. “…mujer no es necesario, pero si
insistes…”.
MXI
No sé
qué coche es éste, pero es nuevo, huele
a nuevo. Habla, tiene un mapa. Y conductor automático. Nosotros nos sentamos
detrás. El yerno de Mari Eli es de poco hablar. “Hace mucho que no voy a
Mediavilla”. “No se ha movido del sitio”, le digo. Ja, ja. Ni pestañea ni mueve
su rictus. No ha debido entender mi chiste. Sólo tengo ojos para mirarla. Ahora
es cuando noto que irradia felicidad. Estoy con ella. Está conmigo. Será una
curva. Será un frenazo. Nuestras manos se juntan. Cálidas. Y hasta que llegamos
a la puerta de mi casa se quedan así: nuestras manos están entrelazadas.
MXII
Señor,
señor, qué recibimiento. Mi hija Carmele no ahoga sus gritos, esté quien esté
delante. PERO PAPÁ, CÓMO SE TE OCURRE. DÓNDE TE HABÍAS METIDO. POR QUÉ TE VAS
SIN MÓVIL, SIN LA TELEPULSERA, SIN LAS PASTILLAS. NOS VAS A MATAR DE UN DISGUSTO. TE HEMOS BUSCADO POR TODAS PARTES…
LO HEMOS DENUNCIADO YA A LA POLICÍA… Impertérrito, dejo caer el chorreo. Como
antaño, mi plan estaba incompleto. Cubría cómo ir a la luna. A la luna con Mari
Eli. Pero dejaba en blanco el regreso a la dura Tierra después.
MXIII
“PERO ¿QUÉ
HACES, PAPÁ….?” “¿Yoooo? Nada, nada…”. Después de la tremenda bronca que me ha
dado le estoy ofreciendo mi perfil derecho. A lo mejor, como está tan cabreada,
éste es el momento, si tenía pensado tirarme bien de las orejas , que estire
ésta, a ver si así, nunca es tarde, me
quedan ambas igualadas otra vez…
No hay comentarios:
Publicar un comentario